lunes, 27 de septiembre de 2021

LA PUERTA DE ESTEPONA



Fragmento del dibujo de la ciudad de Pedro Texeyra. 1625.











Pedro Texeyra, al describir la ciudad en el siglo XVII, afirmaba lo siguiente: La forma de esta ciudad es cuadra... Tiene cuatro puertas en medio cada una de su lado, las tres miran a tierra y la otra sale a la playa...”. Además de las conocidas puertas de la Mar, Málaga y Ronda, Texeyra incluía una cuarta nunca citada en documentos ni bibliografía. Incluso una intervención arqueológica realizada en la zona a principios de los 90 no dio ningún resultado en cuanto a la muralla y por supuesto sobre la existencia de la puerta “fantasma”.
Esto me llevó a negar su existencia aunque todos los indicios apuntaban a que tenía visos de realidad. Los historiadores, pragmáticos documentalistas, nos basamos en las pruebas y lo demás lo dejamos en hipótesis y hoy la hipótesis ha dado paso a la constatación de que la Puerta de Estepona existió pero por circunstancias aún desconocidas se esfumó su memoria.

Detalle de Huerta Chica y la "Puerta de Estepona" del dibujo de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (1752-1754)

El dibujo de la ciudad, realizado con motivo de la realización de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada entre 1752 y 1754 y que se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Granada, pese a su ingenuidad casi naif es una gran fuente de información por sus detalles. En el entorno de Huerta Chica se aprecia una pequeña puerta en la muralla, distinta en tamaño y composición respecto a las otras tres puertas. Un poco más abajo, casi en la esquina del actual cruce con la carretera, hay otra idéntica.

Vista de la zona de Huerta Chica. A la izquierda se observa un fragmento de muralla que daba a la actual calle Pedraza, detrás se aprecia el muro de la Huerta Chica y cómo se constata el ángulo que formaba la muralla lejos de la recitud en paralelo a la actual calle Huerta Chica.



El dibujante quiso resaltarla pero no era una puerta monumental, acaso un postigo, situado en una muralla cada vez más deteriorada y que estaba dejando de cumplir su función de defensa. Llama la atención que la muralla rompe su rectitud para, en un extraño ángulo, introducirse casi hasta la actual plaza de la Victoria.

Detalle del plano de "La ciudad de Marvella y su Castillo". 1736
















Este esquema nos está hablando de la posibilidad que en origen fuera una puerta similar a la de la Mar, incluso con su puente sobre el arroyo que surtía la cava o foso que, por motivos que desconocemos, acaso una crecida del río, desapareció sin dejar rastro. De hecho, el mismo Texeyra en su dibujo de la ciudad coloca una torre en donde se situaría la supuesta puerta algo que nos podría indicar que entre los siglos XVII y XVIII la puerta “monumental” dio paso al postigo. 

Vista de la entrada de la calle de la Victoria desde Huerta Chica












La degradación de las murallas de la ciudad comenzó en el siglo XVIII para prácticamente desaparecer en el XIX quedando testimonios y pequeños restos “fosilizados” entre viviendas.
Así, cuando se dibujó el plano de la ciudad de Marbella y su Castillo en 1736 no aparece la puerta y la muralla aparece recta en ese tramo, por lo que ya suponemos que era un postigo y con tan escasa entidad que no mereció el interés del ingeniero.

Puerta de la Mar. Las viviendas al situarse sobre las murallas mantuvieron el esquema. El foso estaba donde aparece el carro.



Cumpliría como las otras puertas de la ciudad la premisa de foso, puente levadizo, camino fortificado en rampa y puerta de acceso directo, incluso mantiene una regularidad urbana sobre la que ya escribí en mi tesis ya que las puertas tienen unos ejes en línea recta que indican una trama urbana planificada.
Era la Puerta de Estepona porque enlazaba con el camino a la ciudad vecina, unos 200 metros al norte de la carretera, con entrada por la actual calle Castillejos y con continuidad por la avenida Jacinto Benavente.




domingo, 9 de mayo de 2021

EL CORDEL DEL CAMINO DE LOS PESCADORES. PUERTA VERDE DE MARBELLA A RONDA

Vista del Pantano de la Concepción desde el Cabrero

Ayer decidimos emprender la aventura de ir andando a Ronda por el antiguo Camino de los Pescadores. Para mi fue, además de una actividad deportiva, un acto de reivindicación de su memoria. Ahora que se utiliza como lugar para la práctica de senderismo, ocio y contacto con la naturaleza, se suele olvidar su intensa historia.

Gracias a Carlo, Alberto y Alex por esta bonita jornada.



El Camino de los Pescadores fue una de las arterias de comunicación fundamentales con el interior de Andalucía en el pasado: “y los que vienen por el camino de Ronda son de Ronda y de Olvera y del Haraal y de …y de Osuna y de Marchena y de otras muchas partes”.

Junto a este cordel había otro el de los Pescaderos, con el que no hay que confundirse, que partía pasado arroyo Segundo y el ventorrillo de Cano en dirección a Ojén pero que hoy queda fuera de esta narración.


De Marbella salía el pescado y a Marbella venían los productos que no teníamos. De hecho, la ciudad tenía un privilegio concedido por los Reyes Católicos por el que no se permitía sacar pescado sino era a cambio de bastimentos como se afirmaba a mediados del XVI: “Y que esta es renta que los Reyes Católicos hizieron merced a los propios de Marvella que es la mayor y más prinçipal que en ella ay por razón que los que vienen por pescado an de traher carga de bastimento al alhóndiga de Marvella e toman sal y alvalá de cómo trajeron carga e pagan los derechos a los propios”. Era la Renta Mayor “la qual se llama la renta mayor y se arrienda por cien mill maravedís”.

Vista de Sierra Blanca desde el Cortafuegos

Marbella tenía problemas de abastecimiento de productos esenciales por lo que para mantener la ciudad era imprescindible cuidar los caminos de pescadores en buenas condiciones y los tratos con los arrieros con las mejores ventajas porque “lo qual a sido y es cabsa de no se poder sustentar y alimentar, porque por ser la tierra tan estéril de pan…”.

Los arrieros eran fundamentales “porque los harrieros que a la dicha çibdad bienen por pescado traen al halhóndiga de la dicha çibdad cargas de trigo y de harina y zevada y otros mantenimientos”.

Virgen de la hornacina del Puerto de la Fuenfría

Iniciamos el camino desde la urbanización Los Pinos del Ángel, aunque los arrieros lo iniciaban desde la ciudad, todo por evitar la intensa urbanización de la zona, justo donde un cartel señala el inicio de la actual pista de la Puerta Verde de Marbella.

El viaje se solía hacer de noche y en verano: “y por el peligro que an de ríos de inbierno en medio en el camino y riesgo de moros, mayormente en berano ques quando los moros más continamente corren y los harrieros caminan de noche y por la misma razón los harrieros de Ronda, porque de Ronda a Marvella ay una jornada de siete leguas y no más de un río en el camino”. Como testimonio de este trayecto han quedado numerosos abrevaderos y descansaderos que son un regalo sobre todo cuando aprieta el calor como sucedió ayer.

Abrevadero de Conejeras

A cinco kilómetros del punto de partida cuando se llega a los restos de la cancela de entrada a la finca Los Rincones –Los rincones de Machalajachina- (https://marbellenses.blogspot.com/2019/05/los-rincones-de-machalajachina.html) puedes optar por dirigirte a la izquierda para subir por la cuesta del Meliche o seguir recto, como hicimos nosotros, por el camino del Cabrero, zona abierta y con espectaculares vistas al pantano, Sierra Blanca y el mar. Tras pasar por la casa y el corral de cabras a un kilómetro y medio aproximadamente aparece en una curva la fuente del Cabrero que tiene agua todo el año.

Área recreativa de la Fuenfría

Seguimos ascendiendo hasta que, a los diez kilómetros del punto de partida, nos incorporamos al camino del Meliche y paramos a repostar en el merendero del mismo nombre.

Meliche es un nombre rotundo, tiene fuerza pero sobre todo una gran historia de la que existe abundante bibliografía pero me quedo con los trabajos de Catalina Urbaneja Ortiz sobre este personaje. Fue uno de los líderes moriscos en la rebelión iniciada en 1569, convertido en Monfí y terror de los cristianos hasta 1578, que era propietario de estas tierras dedicadas principalmente a la vid para la producción de pasa de lejía. De hecho en algunas de estas laderas aún pueden apreciarse restos de bancales un tanto desfigurados por el paso del tiempo.



Seguimos ascendiendo hasta el segundo merendero, denominado de Venta Quemá, donde, de nuevo, una bifurcación nos obliga a decidir el camino. El de la derecha nos acerca al archiconocido Castaño Santo, sobre el que tantas leyendas se han escrito y que ahora sufre tanta degradación por su abandono y por el inexorable paso del tiempo, pero al ser un camino más largo y transitado por numerosos vehículos a motor que te llenan de polvo hasta las entrañas, decidimos tirar por el cortafuegos que nos lleva a un camino mucho más plácido, de exuberante vegetación que termina en un cruce con el camino principal del Castaño y Puerto de la Refriega.

Desde el cruce, una última subida nos permite acceder al puerto de la Fuenfría donde una hornacina con una Virgen con el niño Jesús en brazos nos recibe.

Fuente de Huerto Malillo

El descansadero de la Fuenfría es un regalo para los sentidos, que espacio tan bonito, con esa fuente de agua fresca y revitalizadora. En este lugar descansaron las tropas del Duque de Arcos cuando salieron de Ronda en una de los últimos episodios de la Guerra contra los Moriscos. La toponimia, Plaza de Armas, Fuerte de Arboto, Puerto de la Refriega, nos traslada a un escenario bélico, una suerte de trauma de la memoria que ha quedado enquistado en los lugares donde sucedieron los hechos.

Tras beber y comer en la Fuenfría continuamos hacia el área recreativa de las Conejeras donde un buen pilón ayudó a refrescarnos. Comenzaba a apretar el calor y el agua se convirtió en algo imprescindible. Desde este abrevadero se inicia un bonito camino que cada vez nos acerca más a nuestro objetivo en dirección, tras cinco kilómetros, a la Fuente de Huerto Malillo, manantial que proporciona al arroyo un caudal permanente de agua. Desde aquí el Arroyo Carbonera pasa a llamarse Río Grande.



Ronda está cada vez más cerca. Tras subir a un cerro la divisamos a lo lejos. La ruta habitual del cordel suele continuar hacia el norte y terminar junto al parque de Bomberos de la ciudad, nosotros quisimos hacer una variante, mucho más bonita por el carril que va paralelo al arroyo de los Linarejos. Entramos en zona cientounera, lo sabemos por las miles de huellas que han quedado fosilizadas en el suelo. Nuestro objetivo es entrar de forma triunfal por el arco de Felipe V. Así que tras cruzar la carretera entramos en zona urbana. Nuestra meta está cada vez más cerca.

Huellas Cientouneras

Tras 48 kilómetros y 1776 de desnivel positivo, el paso por el Puente Nuevo tiene algo de épico y un punto de emoción, la misma que debían sentir los arrieros que habían logrado sobrevivir sin ser asaltados por bandoleros o atacados por lobos. Hoy ya no quedan ni los primeros ni los segundos. Uno de los últimos asaltantes fue Flores Arrocha que en 1933, tras ser abatido, fue trasladado su cadáver en burro a Marbella.

Arco de Felipe V

Este camino de Pescadores debe formar parte de nuestra historia y es necesario recordarlo y cuidar su memoria y así poder explicar que hubo un tiempo que la subsistencia dependía de ellos.

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/el-cordel-del-camino-de-los-pescadores-puerta-verde-de-marbella-a-ronda-72539049

domingo, 11 de abril de 2021

EL TRIÁNGULO DE SIERRA BLANCA. Una ruta con mucha historia.

 


Tenía ganas de dibujar ese triángulo en el plano y hoy lo he hecho. Es una ruta exigente con un desnivel positivo de más de 1700 m. Une las tres poblaciones que rodean Sierra Blanca: Marbella, Ojén e Istán. Una comarca cargada de historia que aprovechaba las laderas o piedemonte de la sierra en fértiles huertas de regadío.

La ruta transcurre, por completo, por vías pecuarias, veredas y caminos que vertebraban las comunicaciones entre los tres núcleos, por tanto es un recorrido histórico con diferentes hitos que explican nuestro modo de vida en el pasado. 

A mi me gusta comenzar este tipo de rutas a pie desde casa, no me importa sumarle unos kilómetros más y así colaboro en la reducción de emisiones contaminantes. Así que parto desde la iglesia del Calvario hacia Puerto Rico Bajo. Opto por subir por la Hoya de Cabañiles aunque también es posible hacerlo por la antigua vía férrea del ferrocarril minero y desviarse por el basurero hasta llegar al Puerto del Acebuche. 

A partir de aquí comienza el camino Viejo de Ojén, antigua vía pecuaria y de comunicación entre Ojén y Marbella cuando no existía la carretera. Las referencias históricas cuentan lo difícil del camino, solo para bestias y ganado. Su perfil es un claro dientes de sierra que empieza a ponerte en tu sitio. Preciosas vistas, grandes cascadas de travertino y el pilón que se llena del arroyo del Tajo Negro para el ganado es la mejor recompensa.

La llegada a Ojén te obliga a recorrer unos 300 m de asfalto hasta el polideportivo, allí puedes recargar agua en la fuente que hay en la pista de Skate. Cien metros después en una curva te desvías a la izquierda para rodear el pueblo por poniente con unas vistas espectaculares que llegan hasta el mar.



A partir de aquí me he desviado por el camino de la ermita de la Virgencita, que es el primer túnel que hay a la izquierda para pasar por debajo de la carretera. La extraña ermita no me llama la atención pero hay a quien sí. El camino es fresco, de espesa vegetación y se une poco más arriba con el del Cerezal de subida exigente pero con paciencia se hace.

Con la llegada a los Llanos de Juanar el horizonte se abre. Es una zona de especial interés histórico por las pequeñas explotaciones mineras que existieron y agrícolas que existen en un microclima frío. Me dirijo al bosque de pinos para desviarme hacia el puerto de la Viborilla para adentrarme en la Cañada de Juan Inglés, un lugar apartado y poco transitado pero de una belleza inigualable. A la derecha he dejado la zona de los Púlpitos donde también se aprecian catas mineras.

El descenso por la cañada es exigente y divertido, rocas, saltos, quiebros, no hay nada recto pero nunca defrauda. No tiene pérdida. Es un cauce de un río seco que te traslada a un mundo primitivo.

Despiertas de ese sueño cuando te acercas a Istán, el recibimiento es desolador, una verja que siempre está abierta y un "Prohibido el paso, campo de tiro" ahuyentan al más valiente pero no pasa nada no suelen celebrarse competiciones de tiro al plato todos los días. Por la vereda puedes ver numerosos fragmentos de platos. Quizá el ayuntamiento debería de evitar esa "hostilidad".

Desde la plataforma comienzas a ver Istán y sus maravillosas huertas-vergeles de regadío, cuando llegas al asfalto, en un pequeño parque, puedes reponer agua en la fuente. En lugar de dirigirte a Istán (alguna vez he bajado al pueblo para tomar algo) te diriges por el carril de hormigón de la izquierda hacia el sur. Si te quieres acercar a la ermita de San Miguel, la tienes a mano derecha en el cruce de la carretera.



Hay un tramo, el único punto negro en esta ruta, de 500 metros de asfalto por la carretera. Hay que tener cuidado, hacerte visible y meterte en el arcén en cuanto escuches un coche, aunque el tráfico es escaso. Tras ese tramo justo a la izquierda se inicia el camino viejo de Istán que está bien señalizado. 

Era la vía que utilizaban las mujeres de Istán, las cosarias, que llevaban a Marbella sus productos para venderlos y subir con los recados de los vecinos. Era un camino con mucho trasiego que guarda muchísimas historias.

El paisaje es impresionante, a la derecha ves el pantano pero el horizonte se abre con unas fantásticas vistas de la costa. Aún se conservan viejos bancales de la agricultura tradicional con casitas dispersas, muchas abandonadas. No creas que ya todo es descenso, hasta llegar a los Manchones Altos el camino es bastante exigente.



Marbella está cada vez más cerca, nos acercamos a Nagüeles, antigua alquería andalusí pero ya es asfalto, la voracidad urbanizadora ha transformado el paisaje hasta desfigurarlo. También dejas a la izquierda la antigua cantera, ahora convertida en mirador, de donde se extrajeron las rocas para la construcción del pantano. Pasas junto al manantial de Nagüeles, donde puedes bajar a por agua, a la izquierda de la carretera está la cueva de Nagüeles y más arriba los restos de una torre de vigilancia. 



El camino comienza a perder encanto, puedes optar por dirigirte a la izquierda a través del bosque de Nagüeles a la mina de Buenavista y después bajar por Camoján o ir hacia Los Monjes, pero yo ya estoy cansado y he subido un montón de veces por allí por lo que me dirijo hacia casa con ganas de llegar ya.

Han salido 34,5 km pero es una ruta con muchas variantes, se puede iniciar desde cualquiera de los pueblos, se puede hacer corriendo, andando o en tramos. Tiene un potencial enorme como atractivo turístico de naturaleza sobre todo para los dos pueblos. Yo la he hecho a trote cientounero, que es como se denomina esa forma de correr moderada y suave para largas distancias, que solo trotas cuando el cuerpo te lo pide, sin demasiado impacto. He tardado 7,30 horas sin apenas paradas.

Para quien esté interesado puede seguir el track

https://es.wikiloc.com/rutas-carrera/el-triangulo-de-sierra-blanca-70349565


jueves, 1 de octubre de 2020

EL PAISAJE DE DIOS

 


Hay momentos en la vida que un hallazgo fortuito puede llegar a tocarte el alma. Fue rebuscando entre mis fichas que encontré una vieja anotación “Condesa de Gasparin, Andalousie et Portugal, 1886”. Quedó olvidada entre tantos papeles y carpetas cuando, en plena vorágine investigadora, no puedes abarcar todo lo que te ofrece la historia. Cerré la puerta pero abrí una ventana, esa que da una luz tenue que te recuerda que los días pasan pero no terminan hasta que no cierras los ojos.

Ahora ha vuelto, la condesa traspasa esa ficha añeja para adquirir una figura con prestancia. La obtención del texto fue una revelación (solo he encontrado dos ejemplares uno en la Biblioteca Nacional de Francia y otro en la Biblioteca de Andalucía en Granada). A pesar que se ha trabajado sobre la autora en varios artículos sobre literatura de viajes, el texto correspondiente a Marbella era la primera vez que lo leía entero.














La suiza Valérie de Gasparin viajaba con un enorme baúl y un ejemplar de la Biblia. Recorrió España en 1866 y publica en 1869 su libro más conocido. Sin embargo, las impresiones de Andalucía y Portugal quedaron inéditas como explicaba el editor que, en 1886 publicaba la edición que tratamos: “El nuevo trabajo, de la autora de “Les horizons prochains”, que publicamos hoy, estaba en imprenta cuando se declaró la guerra de 1870. Los desastres de la patria retrasaron su impresión; luego siguieron circunstancias particulares: una parte notable del manuscrito se perdió durante la Comuna. Han pasado quince años: la autora, desde entonces, ha reconstruido su obra en su totalidad, según sus notas. Los acontecimientos recientes otorgan a las cosas de España un interés muy especial: ha llegado el momento, nos parece, de presentar al público la obra destinada a ella”.

El resultado es un bellísimo fragmento de nuestro marbellense terruño, de lirismo apoteósico, con un fondo romántico sublimado por la búsqueda de una naturaleza primigenia. Era el paisaje de Dios. Su salida de Marbella, tras la accidentada llegada del día anterior, dibuja una naturaleza intacta, limpia, donde la luz y la tierra se apoderaban de los sentidos:

“Tenía un encanto indescriptible esa mañana todo recién regado. Las blancas casas de Marbella, refugiadas bajo sus grandes higueras, bajo sus grandes naranjos, reían al sol. La Sierra Bermeja, violeta en los primeros planos, escarpada a medida que se elevaba, mezclaba sus ásperas cumbres con el azul del cielo. Nuestro camino, a veces esbozado, a veces completado, se interrumpía en cada corriente, perdiéndose, encontrándose de nuevo, desmoronándose en algunos lugares, y era aún más encantador. El despoblado, por un momento despojado, señor a esta hora de la tierra, yacía allí como un rey. Las jaras y los palmitos invadían la tierra, una vez arrasada por esta apariencia de camino. Según el aire, según el crecimiento de la vegetación, las formas rojas y blancas, suavemente abultadas y repentinamente calmadas, serpentearían por el desierto. Las abejas volaban hacia los cálices; el mar corría a lo largo de las costas en una cinta de color azul; las torres de vigilancia, doradas, macizas, marcaban la distancia”.

Pero el día antes de la llegada la situación no había sido tan plácida. Viajar a caballo acentúa los sentidos y acrecienta las emociones:

“Nuestra caravana se mueve ahora atravesando el despoblado. El inmortal Siria (1) cubre el suelo con su alfombra azul, lavada de blanco; la maceta abre sus flores por todas partes. Nuestros caballos están cansados, el día cae, el mar se hincha, el viento de África ara las superficies. Las nubes, al atardecer, se amontonan hacia las montañas de Marbella, nuestro alojamiento nocturno. Los vuelos de las gaviotas cortan la ola, arañan el aire con sus cohortes blancas. El otoño se ha desatado, las olas rugen. Como sucede en los países del sur, la noche se hace de repente sin transición. Envuelto en la oscuridad, todo lo que vemos es este mar tormentoso. Los brillos blanqueados con espuma surcada por brillos fosforescentes nos parecen como un muro que llega hasta el cielo”.










La noche apagaba el ánimo, la preocupación era creciente, no era el lugar ni el momento para viajar, los peligros entre tinieblas acechan amenazantes:

“A nuestra izquierda está el desierto. A lo lejos. Alguna torre de vigilancia, una vez destinada a indicar la presencia de bárbaros traficantes en el mar, aparece y luego se desvanece; otra se levanta, otra y otra de nuevo: fantasmas del pasado, que salen de la noche para volver a ella de inmediato. O son figuras inmóviles, carabineros con la escopeta al hombro, a veces solos en la orilla, a veces en filas silenciosas con sus camaradas, en esta concurrida cala del contrabandista. - El saludo habitual se intercambia:

- Vaya usted con Dios.

- Baya [sic]

Y en este abandono, en medio de las lamentaciones de la tormenta, el nombre de Dios, gravemente pronunciado, que se repite de tanto en tanto, parece extender la paz del cielo sobre nosotros”.

El paisaje desaparece a la vez que aumenta la sensación de peligro, la tragedia se palpa, adobada de dolor, lo que le otorga ese ambiente tan deseado por el viajero romántico:

“Durante mucho tiempo el faro de Marbella ha estado girando en la distancia, sin acercarse, sin crecer. Durante mucho tiempo ha estado en silencio. La preocupación nos abraza. Con gran dolor mi marido (2) - lo siento - se está aferrando a su debilitado caballo. Los pies de nuestros animales se están hundiendo en la arena; creemos que estamos retrocediendo a cada paso. Para encontrar un terreno de apoyo, tenemos que caminar en las olas; pero nuestras asustadas bestias se mueven hacia atrás y se levantan.

Frente a nosotros, el malagueño susurra rondeñas; el bordado de los versos brilla, lanzados a la noche. La gran voz de la ira del mar le da un fondo trágico. Los misterios del dolor, nuestra demencia, nuestro pecado, lo poco que somos, las grietas que se abren bajo nuestros pies, parece que nos está contando su historia. Y mientras el oleaje y nuestros pensamientos se van a las lágrimas, escuchamos, detrás de la caravana, a David cantando himnos a pleno pulmón. El himno atraviesa el huracán, domina las melodías siniestras: es la luz del faro eterno; el fuego no vacila.

¿Llegaremos? Ya no preguntamos. - Estas palabras son siempre las mismas -: ¡Dos leguas! han frustrado tan a menudo nuestras esperanzas que ni preguntamos al arriero (al anochecer, se refugió en nuestra farola), ni a los carabineros plantados a lo largo de la orilla”.













Tras la tempestad, Marbella se ofrece acogedora aunque recelosa. La ciudad que entonces desmantelaba sus murallas aún no se había desprendido del temor a lo desconocido:

“Alrededor de la medianoche, el faro que había desaparecido repentinamente brilló. Los árboles se estaban desvaneciendo en el cielo. ¡Marbella! ¿Oyes ese grito? Aquí estamos frente a la posada, una casa blanca cuyos habitantes están sorprendidos por nuestra invasión. Una anciana, la anfitriona, muy compasiva pero muy molesta de vernos, acoge la historia de nuestras aventuras con el ¡Ai!  que testimonia su simpatía y también su completo disgusto.

El patio, bajo un enrejado, con un pozo en el medio; una habitación desnuda y encalada; el ático arriba: esto es todo lo que hay. -Nuestra patrona se apresura a advertirnos que no tiene pan, ni puchero, ni carne cocida, ni huevos, ni verduras, ni vino ni nada. Ella manda al cielo veinte: ¡Mucho ruido! ¡Mucho ruido! Acompañado de miradas desoladas; después de lo cual, la excelente mujer nos da todo: mantel deslumbrante, toallas perfumadas, pollo con arroz, consomé, ¡vino de Málaga!.

Vamos, es bueno para las pobres palomas mensajeras como nosotros acurrucarse, con la cabeza bajo el ala, en un nido suave, todo aterciopelado con benevolencia y amor”.



















La aventura da paso al sueño y de lo onírico a la realidad de San Pedro Alcántara a la mañana siguiente. Pasó de largo, quiso ver un castillo y no le convenció ese paraíso ordenado:

“San Pedro de Alcántara, el pueblo fundado por el general Concha, se encuentra en esta colina, en medio de la caña de azúcar, iglesia y castillo. Los tallos ya grandes, ondulantes hasta donde alcanza la vista, golpearán su línea dorada contra la barra de lapislázuli que se encuentra frente a ellos junto al mar ... Pero hay Edenes mejores para mí.

¡Aquí, este rincón perdido! Este revoltijo de lentiscos, palmitos y brezos; esos naranjos gigantes que arrojan al viento su lluvia de flores; estas granadas rojas como llamas; estos albaricoqueros con ramas poderosas”.

La naturaleza ordenada y bien cultivada perdía el encanto de lo salvaje y su cercanía con Dios más cualquier detalle le devolvía la comunicación íntima con el cielo:

“¿Ves esa higuera centenaria, en la desembocadura del río que se ensancha al entrar en el mar? Lleva la cúpula con sus grandes hojas a diez metros del suelo. Abajo reina una noche transparente de límpidas esmeraldas. En esta sombra, una cabaña; al frente, una niñita enrollada en su trapo morado, con la cabeza despeinada, los ojos profundos y pensativos, apoyada en los codos, la cara entre las manos, mira pasar el agua, la hermosa agua viva, sin arruga, sin pliegue. A ambos lados, dos matorrales de adelfas han erigido sus tapices carmesí a lo largo de la corriente. La lanza de los agaves, candelabro con ocho floretes, en sección transversal del espesor es donde canta el ruiseñor. Canta por sí mismo, por Dios, por sus amores; cuenta la conmovedora belleza de estos retiros; llena la expansión del esplendor con su voz.

¡Cómo vadeamos estos ríos encantados! ¡Qué frescura nos han dado sus oasis! ¡Cómo nos quedamos bajo estas grandes ramas y cómo inhalamos sus perfumes!”.

En este largo viaje emocional del idilio con la naturaleza podía pasarse rápido al frenesí de lo imprevisto:

“A veces, un rebaño de cabras, esbeltas y leonadas como gacelas, cruzaba el agua. Siguieron la barra que medio cerraba la boca; se les veía sobresalir una a una sobre la turbia superficie del mar, el pastor que las seguía, abrigo regiamente echado sobre los hombros, cintura esbelta, sombrero bajado, resaltaba contra la inmensidad. Entonces la soledad se reanudó.

A largos intervalos nos encontramos con una fila de mulas muy cargadas. El contrabandista, rifle en la espalda, navaja en el cinturón, se acercaba, atraído por los ojos, caminando a paso rápido, empujando a la Capitana, que esta vez, temerosa de los fusileros, no tenía cencerros colgando del cuello. Intercambiamos el: ¡Baya usted con Dios! Un lema repetido por los centinelas perdidos entre sí.

Sucedió aún que nuestra caravana emergió de repente en medio de un rebaño de Yeguas o una vacada de toros, que algún muro de nopales nos había ocultado la vista. ¡los caballos a relinchar y galopar y los arrieros a gritar!”.

Marbella y su tierra había regalado dos intensas jornadas a la condesa. Sus palabras son nuestra nostalgia por ese paraíso perdido:

“En estas inmensidades abandonadas al beneplácito de Dios, entre las flores que allí sembró su mano, el alma crece en toda la amplitud del horizonte”.

(1)  Puede referirse al Hibiscus syriaco o rosa de Siria, aunque al ser azul podría ser la malva.

(2)  Agénor de Gasparin llegó a ser senador en Francia.

Mi agradecimiento a Antonia Gómez por la traducción.

domingo, 21 de junio de 2020

DATOS PARA UNA BIOGRAFÍA DEL CAPITÁN ANDRÉS BECERRA




Tiene una calle en Marbella desde 2011. Juan Cristóbal Ortiz Parra lo consiguió tras promover una iniciativa para que se reconociera su figura. Es considerado un héroe por su acción en la batalla de Lepanto cuya narración se repite en las crónicas en escuetas líneas: Momento culminante de la victoria de Lepanto fue la audaz intervención de Andrés Becerra, capitán de los Tercios de Mar nacido en Marbella, quien capturó la insignia otomana. La bandera se puede admirar en la Armería del Palacio Real de El Escorial y como anécdota es destacable que en una época en la que no existían las medallas, el rey Felipe II regaló a Andrés Becerra la bola de oro del tope de la enseña turca como premio a su valor y arrojo en el combate.



Poco se sabe de su vida y tras estas líneas espero esclarecer algunos aspectos menos conocidos. Se ha dudado si era capitán o un simple soldado; Fernando de Saavedra en su memorial sobre la Casa de Saavedra (1679) indica que era cabo de cuatro galeras cuando se produjo el desafortunado naufragio de la flota de don Juan de Mendoza en la Herradura en 1562.  Fray Felipe de la Gándara en su Nobiliario, armas y triunfos de Galicia (1677) afirma que ya era capitán cuando sucedió el naufragio y que en la batalla de Lepanto era cuatralbo, esto es jefe de cuatro galeras. Dato que se confirma en un documento en el que se relacionan los méritos de Pedro Becerra y Serrano, nieto del capitán, que se conserva en el Archivo General de Indias, fechado en 1671 que habla de su abuelo: fue quatralbo de las galeras de España y general de las que quedaron en la perdida de don Juan de Mendoza en la Herradura hasta que se las entregó al marqués de Santacruz. Lo que quiere decir que llegó a ejercer de general provisional al sobrevivir en el desgraciado accidente de la Herradura y que era cuatralbo, que es explicado por José Manuel Marchena Giménez en su memoria de licenciatura “La Vida y los hombres de las galeras de España (siglos XVI-XVII)”: Es importante distinguir entre lo que es el mando de la escuadra de galeras, o de parte de ella, y el mando efectivo de la galera, como unidad de navegación. Entre la máxima autoridad, el capitán general, y los capitanes de galera se situaban los cuatralbos y dosalbos, capitanes de mayor experiencia que tenían a su mando parte de la escuadra –cuatro y dos galeras respectivamente, en la mayor parte de las ocasiones, respondiendo a una cuestión de táctica y organización–. Fue, por tanto, un capitán de mayor experiencia, un cuatralbo distinguido y bregado.



Se sabe de su vida que era natural de Marbella y que tuvo una hija llamada doña Inés Becerra, que casó con don Pedro Serrano y tuvieron otra hija, doña Luisa Becerra, casada con don Matías Íñiguez de los Ríos, de la villa de Ximena, y a don Pedro Becerra Serrano, abogado de los Consejos Reales, que assiste en Madrid. Del único que hemos obtenido referencias fiables es de don Pedro Becerra y Serrano, su nieto, que además de abogado de los Consejos Reales, tuvo una larga trayectoria como funcionario, en 1660 fue nombrado oidor de la Chancillería del Perú y visitador de los Oficiales Reales de Panamá. Graduado en Salamanca en 1649 era hijo de Pedro Serrano e Inés Becerra. Serrano era de Gibraltar, uno de los fijosdalgo de lanza y adarga del número de la ciudad de Gibraltar y sus ganadores que sirvió 50 años. También escribió el Panegírico legal y político sobre las dos resoluciones que se han obrado en el retiro de Carlos II y Feliz venida de Don Juan José de Austria a esta Corte del Reino de Aragón que se conserva en la Biblioteca Nacional de España.



Pero volvamos a Andrés Becerra. Obtuvo algunas prebendas, Saavedra confirma que se le dio el pomo de oro de la bandera turca e introduce otro dato sobre el que tengo algunas dudas: su alteza le dio el pomo que conservan sus descendientes, con cédula real, y asimismo rindió otras dos galeras de Fanal, por lo qual le honró mucho su alteza, dándole Toya. Entiendo que se refiere al castillo de Toya en Peal del Becerro en Jaén e imagino que ese “dándole Toya” significa el otorgamiento del señorío de Toya que existía desde la concesión por Fernando III del señorío de Quesada y Toya al arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada en 1231 pero no he encontrado nada que lo refrende.
Saavedra cita también que fabricó el muelle de Málaga, Gándara que era director del muelle y en el documento de Pedro Becerra se afirma que fabricó no solo el de Málaga sino también el de Gibraltar. De la historia del puerto malacitano sabemos que en 1545 le fueron encargadas las obras a un ingeniero vasco, Juan de Guilisasti, pero hay una referencia de 1534 que ante la noticia que Barbarroja se dirigía a nuestras costas la Corona impulsó la reparación de las murallas y las incipientes defensas portuarias por lo que es posible que su intervención se ciñera a esas órdenes.
Su vínculo con el almirante don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, es evidente, incluso se cita que Becerra era su protegido, tanto como lo pudo ser nuestro alcaide Alonso de Bazán. Los almirantes disponían de numerosas regalías y privilegios en las ciudades costeras y Marbella estaba entre ellas y para el control y administración de los bienes destinaban a personal de confianza.



No sabemos nada de los antecedentes familiares de Andrés Becerra, algo que indica la ausencia de un linaje noble si lo hubiera ya se habrían encargado sus descendientes de nombrarlo o inventarlo, aunque Saavedra lo intenta imbricar con los Becerra de la casa de Saavedra: … en las ciudades de Ronda, Gibraltar y Marbella, adonde, como conquistadores se les hizieron repartimientos de tierras, y en Marbella muchos bancales de tierras. No he encontrado ningún Becerra en los repartimientos de Marbella ni tampoco en las mercedes reales posteriores. Hay un Becerra en el Asiento de las cosas de Ronda, Antón Becerra, escudero de capitanías que fue el que llevó la noticia de la conquista de la ciudad serrana a Sevilla que, además, parece que falleció pronto porque cuando se le iban a adjudicar las propiedades se le cita con una escueta nota: que casó su mujer con Álvaro de Oñate.
En ese triángulo, Ronda, Gibraltar y Marbella se mueve Andrés Becerra. Hay muchos Becerra, era un apellido bastante común con dos linajes claros uno en Galicia y el otro en Extremadura y es imposible saber su ascendencia hasta no encontrar algún documento probatorio. Del rastreo que he hecho en la información que dispongo no he encontrado escritura ni mención alguna, lo que puede indicar que se fuera pronto de la ciudad o que naciera en ella por accidente. Del mismo modo, es probable que el apellido Becerra no fuera el de sus antepasados, era habitual trocar el orden de los apellidos así como incluir apellidos de otras ramas familiares o adquirirlos tras una conversión a la fe católica.


El apellido Becerra tiene cierta presencia en Marbella pero eso no implica nada pues desde finales del siglo XV fue un apellido que se extendió por Andalucía. De los Becerra encontrados en documentos de nuestro entorno destaca el testamento fechado en 1570 de la marbellense Catalina Becerra casada con Bartolomé Pérez que dice ser hija de Gonzalo Becerra y Catalina Rodríguez pero no sabe donde está su padre pese a declararlo como heredero universal: Dejo por universal heredero a Gonzalo Becerra, mi padre legítimo, el cual espero que los haya, e si el dicho mi padre fuere fallecido antes de este mi testamento, porque no se del ni dónde está. Catalina y Bartolomé tenían casa en la población nueva del Castillo lo que muestra un alto nivel de vida.
Esta enigmática mención nos lleva a un Gonzalo Becerra, escribano de Casares en 1545, villa que pertenecía al duque de Arcos, nombre que vuelve a aparecer en Marbella en 1610. De los Becerra que aparecen en documentos la primera es Ana de Becerra en 1557; 1561, Cristóbal Becerra escudero de la capitanía del marqués de Cortes; 1570, Martín Becerra; 1610, Gonzalo Becerra; 1610, Cristóbal Becerra o Cristóbal Rodríguez Becerra que tenía casa en la calle Ancha de la Veracruz y viña en Montenegral. Era yerno de Cristóbal Sánchez y descendiente de Ana de Becerra. Hay muchos más Becerra en las siguientes centurias pero no aportan más que la mención de su nombre por lo que los obvio.

Es curioso que de tan eminente y laureado capitán se sepa tan poco. Ojalá pronto se conozcan nuevos datos y líneas de investigación. Mientras tanto que quede esta pequeña aportación.