jueves, 25 de marzo de 2010

La cofradía de la Vera Cruz



Fernando Abdalid era predicador apostólico y guardián del convento de San Francisco de Marbella allá en los inicios del siglo XVII. “Traía siempre ceñido al cuerpo una cadena y todo lo restante del cuerpo lleno de cilicios, que aún le parecían pocos; y como suelen los poderosos mudar de vestidos en las festividades, también tenía sus galas de penitencia distintas con que graduaba las fiestas. Castigábase con rigurosísimas disciplinas, para lo cual no tuvo hora señalada porque siempre era tiempo para su espíritu de mortificar su cuerpo”. De este modo biografiaba a Abdalid, en panegírico, el Padre Gerónimo Rodríguez, guardián del convento franciscano de Estepa, en el siglo XIX.

Las hermandades de la Vera Cruz siempre estuvieron unidas al franciscanismo, fueron la escenificación pública de su devota austeridad y desinteresada entrega a Jesucristo en la Cruz; su sufrimiento era el sacrificio franciscano y en Marbella tuvimos una cofradía de la Vera Cruz, continuación de las nombradas “de la sangre”, de abnegados disciplinantes que flagelaban su cuerpo en procesión. Fue popular sociedad religiosa durante el siglo XVI y es frecuente encontrar alusiones de los testadores en sus últimas voluntades sobre el fervor, apego y pertenencia.

El monasterio de San Francisco fue fundado en 1593 por Cédula Real de Felipe II, no obstante la cofradía es previa a su construcción. ¿Había franciscanos en Marbella antes de la creación del convento? Dos datos parecen confirmar que fue así, pues según el manuscrito de Rodríguez “el motivo de la fundación fue el gran afecto con que los vecinos de esta ciudad atendían a la pobre familia de los Menores”. Éstos eran frailes observantes surgidos tras la General Reformación de 1517, defensores de la auténtica pobreza evangélica, como los describía en 1615 el cronista Juan de Santa María: “de hábitos cortos y estrechos y remendados de sacos… de andar descalzos el pie por tierra, en el guardar con grande extremo la pobreza y en procurar recogerse más, habitando de ordinario en lugares algo más apartados y solitarios”. La segunda referencia es la aportada por Antonio Maíz Viñals que remonta la edificación del convento de Porta Coeli a 1527: “al lado del bastión defensivo de la fortaleza de la ciudad”.

La iglesia del Santo Cristo de la Vera Cruz en el barrio Alto lindaba con ese reducto o bastión que había sido levantado por aquellas fechas en la zona norte del Aduar, conocida como huerta de Leganitos. La fortificación es anterior al convento de San Francisco, la hermandad de la Vera Cruz tenía su sede en el templo, por lo cual, probablemente, la iglesia fue en sus inicios humilde cenobio de esos avanzados Menores que recalaron en Marbella. La fachada principal, pese al tiempo y las modificaciones sufridas, nos da muchas explicaciones, ya que su iconografía ofrece posibilidades de interpretación relacionadas con la pasión de Cristo y con la vida y milagros de San Francisco de Asís.




La cofradía estaba compuesta por hermanos de Luz, portadores de antorchas en tenebrosas y silentes noches de penitencia, que iluminaban a rigurosos disciplinantes de cuerpos ensangrentados, curados con polvos cicatrizantes, que seguían a Cristo en la Cruz, con sus Cinco Llagas, las que se representan en un escudo labrado en piedra en la enjuta izquierda de la portada de la iglesia y que son las mismas que San Francisco tuvo. Era una semana de pasión que comenzaba con las tres negaciones de San Pedro antes de que cantara el gallo, el mismo que hay labrado en la enjuta derecha que también representa las tres veces que abrió San Francisco los Santos Evangelios en el Monte Alverno para descubrir que debía de imitar a Cristo en su sufrimiento. La escena culmina con la Resurrección y ascensión al cielo. La huella de una figura de formas redondeadas, acaso un ángel, se dibuja en la clave del arco de la puerta, lo que parece completar este ciclo. También un ángel, entre nubes y con la efigie de un crucificado, se le apareció a San Francisco debido a su deseo de ser martirizado para subir al cielo transportado en una nube a imagen de Jesucristo. Porta Coeli.

Los disciplinantes obtuvieron indulgencias papales y, entre los siglos XVI y XVIII, tuvieron una importante presencia en estas cofradías de la Vera Cruz. En los nuevos e ilustrados tiempos de la Razón comenzaron a percibirlos como brutales signos de religión y fueron prohibidos mediante Real Cédula de Carlos III.

Calificaba el biógrafo a Fernando Abdalid como otro Elías por la facilidad de su verbo. Describía cómo consiguió en una Cuaresma desterrar los juramentos hasta de la gente de la mar y de la playa. Incluso, “en una congregación o cofradía que hay en Marbella, que tiene tres días de disciplina a la semana, hacía una fervorosa plática en la que parecía que el Espíritu Santo hablaba por su boca”.

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