jueves, 18 de marzo de 2010

La Hermandad de las Benditas Ánimas




“Nadie puede entender quien es en este mundo ni su poquedad y abatimiento de él, si no es aquel que ha visto tan gran calamidad y trabajo. Que nuestro Señor servido de alzar su ira de sobre esta ciudad tan misericordiosamente que, a cinco días del mes de julio fue la postrera persona que se murió de peste… Nuestro Señor nos mire con ojos de misericordia y nunca nos de tal castigo por su infinita muerte y pasión”. Escenario de drama y agonía, año de 1583, Marbella quedaba asolada por una epidemia de peste, el marbellense que lo narraba transmitía el horror de la calamidad, el miedo a la ira de Dios y una actitud de abatimiento. La muerte siempre estaba presente en el designio, una católica transición al paraíso celestial que, para alcanzarlo precisaba de un examen en el purgatorio y así demostrar la observancia de las virtudes cristianas. La ciudad quedó casi yerma. Malos y calamitosos tiempos de cambio de siglo atribuidos a castigos divinos.

El culto a la buena muerte estaba presente en el devocionario popular, las misas en sufragio de las almas eran comunes en las mandas testamentarias, hasta que asociaciones de fieles, bajo control de la iglesia, formaban hermandades de gloria de las Ánimas Benditas del Purgatorio. Sucedió en Marbella, no sabemos con exactitud su fundación - Lisardo Guede, cronista diocesano, cita su existencia en 1630 -; tampoco cuando desapareció, pero sí que adquirió auge e importancia en el siglo XVIII. A diferencia de otros lugares, esta hermandad no fue absorbida ni transformada en cofradía de pasión y quedó postergada y omitida en religiosos anales, eclesiales historias y pías crónicas.

El altar de las Benditas Ánimas ocupaba espacio en la iglesia de la Encarnación junto a la pila bautismal, a la entrada o a la salida del templo según se mire, pues el viaje al cielo no era un comienzo ni un final sólo un paso. El retablo estaba presidido por la Virgen del Carmen que auxiliaba a los que transitaban por tan proceloso destino, patrona de ánimas, también de marengos, de salves y benditos mares, con escapulario de protección y consagración a María “el que muera con él no padecerá el fuego eterno”. La primera referencia sobre su existencia es de 1712 gracias al testamento de Miguel Chinchilla y Bentimilla que pedía ser enterrado a los pies de la Virgen, donde yacía sepultada su madre.


Recorrían la ciudad en procesión el día de San Andrés, jornada de campanillas y limosna, quien sabe si celebraban carnavales de ánimas o bailes para recaudar fondos como en otros pueblos, pues como declaraba en 1762, con efectos catastrales e impositivos, el regidor perpetuo y mayordomo de la hermandad Diego de Madrid “que no tiene dicha hermandad otros bienes algunos que la limosna del cepillo a expensas de la devoción de los fieles”. Sin embargo, disfrutaba de otros beneficios en forma de censos como el que recibía de Miguel Antonio Roldán de la huerta con su casa, que estaba en el partido de Camoján, con los años conocido como cortijo de Caballero; otro de Lucas Sánchez, beneficiado de Ojén y uno más del beneficiado Juan de Castro sobre una casa en la calle de Burgos. En 1795, obtuvieron la propiedad de una casa horno en la calle del Muro, casa de Ánimas y de pan como el que se repartía, además de cera y vino, en los funerales.

El decreto de Carlos IV en 1798 sobre la enajenación de todos los bienes raíces del clero, entre los que se encontraban los de las cofradías, pudo afectar a su funcionamiento, al menos en cuanto a bienes, si bien continuó su actividad, acaso menguada, durante el XIX y gran parte del siglo XX.

Pedro Vázquez Clavel, presbítero autor de las conocidas “Conjeturas de Marbella” y que fue mayordomo de la hermandad de Ánimas a mediados del XVIII, afirmaba en la introducción al libro su intención de dar lustre histórico al solar de su cuna, pues “de Marbella nada más se sabe, que algunas confusas tradiciones que conservan sus naturales, apolilladas ya y corrompidas por la incuria, por la general desidia y por la sencillez del vulgo”. Mucho hemos mejorado desde entonces pero aún queda un largo trecho por investigar.

2 comentarios:

  1. Realmente parece que con el paso de los años la finalidad de las hermandades se devanecía como humo. Quizas Vazquez Clavel no encontraría hoy en día mejores plabras para definir la negligencia y desidia con lo que nos tomamos todo.

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  2. Es curioso el comprobar como las tradiciones religiosas se movian realmente por creencias, Fe, o dicho de otro modo, miedo a los "actos de Dios", a quien culpaban o rogaban para que no ocurrieran desgracias o plagas. (Algo por otro lado contrario al "libre albedrio" al que apelan a veces para justificar que Dios no es culpable de los actos que no son de su agrado).

    Hoy en dia se que sigue habiendo gente creyente, gente que cumple la penitencia de su promesa. Y no voy a ser yo quien les intente quitar su pasion o creencia en los milagros.

    Pero ¿Que habria entonces del querer "ser alguien" en el pueblo ocupando un puesto en la hermandad o cofradia?
    ¿Se utilizaban estos actos tambien como ahora para adquirir popularidad, contactos, negocio?

    Todos conocemos o sabemos de alguien que no aparece por la iglesia salvo en Bodas, Bautizos o Funerales, y despues se colocan la mantilla o sujetan el cirio como el mas beato.

    El poder, el dinero, siempre ha estado cerca de la puerta de la iglesia.

    ¿Entraria Jesus en la procesion con el latigo para echar a los que quieren hacer negocio bajo su palio tal y como dicen que echo a los mercaderes del templo?

    Supongo que esa actitud de acercarse a la iglesia para prosperar ha existido siempre. Pero ¿es acaso peor que pensar que si rezas o haces penitencia vas a conseguir algun milagro divino que te solucione algun problema?

    No lo se

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