Un paisaje es un libro abierto, un muestrario fiel de lo que fue y de lo que es, del paso de los años y de las actividades del hombre, de su fortuna y desventuras. En una sola mirada el relato de lo sucedido puede leerse en sus edificios y calles, del mismo modo pueden entreverse sus heridas y contiendas, las de la especulación y las del urbanismo depredador. La urbanización El Rodeo fue campo de batalla, unos apostaban por el paisaje tradicional, por la convivencia en armonía con un entorno sensible, otros ambicionaban sus cuantiosas plusvalías.
Ricardo Soriano, marqués de Ivanrey, inauguró en 1946 un exótico y encantador establecimiento hotelero, La Venta y Albergues del Rodeo. Comenzó a parcelar el terreno circundante y entre las condiciones de venta obligaba a la construcción de viviendas de no más de dos plantas, exteriores encalados y rejas pintadas de negro. Intentaba crear una uniformidad estilística basada en una idea superficial de la arquitectura popular andaluza.
En los Cincuenta Edgar Neville compró a Soriano una vivienda en primera línea de playa de la urbanización. La llamó Malibú. Segregó una parcela de su finca y se la vendió al bailarín José Costanzo Greco “El Greco”. El arquitecto Eduardo Ramos había captado el esfuerzo por establecer un andalucismo arquitectónico: “Se compone la edificación con elementos típicamente andaluces clásicos, dando exteriormente el aspecto del típico cortijo de la Andalucía interior”. La vivienda fue bautizada como Torre del Greco.
El Greco Pretendía convertir un inmueble del centro de Marbella en Conservatorio de música y danza, pero ante las dificultades administrativas adquirió terrenos colindantes con su finca para establecer “los estudios de las diversas asignaturas que constituyen las actividades de enseñanza y a tal efecto se proyecta iniciar en breve la construcción de dicha academia, que comprende estudios, club y escenario de manifestaciones artísticas y culturales”. Todo indica que su propuesta no cayó en el olvido porque en 1971 el productor cinematográfico de Madrid Film Lab, Enrique Blanco Arroyo solicitaba licencia para edificar un estudio de baile en la finca El Rancho junto al hotel, visado por el arquitecto Enrique Nuere.
Tras el fallecimiento de Neville, su compañera Conchita Montes vendió Malibú a Sean Connery. En los inicios de los años setenta las circunstancias turísticas habían cambiado, el Estilo Internacional de grandes y homogéneos bloques comenzaba a ocupar las mejores parcelas al sur de la carretera nacional, pero la urbanización El Rodeo aguantó el envite.
A poniente de Malibú, en 1961, Antonio Ruiz Soler “Antonio el bailarín” solicitaba licencia para la construcción de “El Martinete”. El proyecto, firmado por Casto Fernández Shaw, era una fantasía y para Antonio D. Olano no pasó desapercibido: “Toda la barroca decoración lleva la impronta de su propietario”. La vivienda gira en torno a un patio interior de columnas con fuente central y otro exterior circular, actualmente rectangular, que rodea a la piscina. En el suelo, con azulejos, reprodujo un dibujo que Pablo Picasso le había dedicado en octubre de 1961 y un retrato que en 1957 Jean Cocteau le hizo “Un feu qui j’acharne a mourir pour revaibre c’est le style flamenco”. Según afirmaba el artista en 1970 en una entrevista en la revista Lookout, él mismo había diseñado la vivienda: “La casa, que tardó dos años en construirse, es como una Alhambra en miniatura, con puertas antiguas, pilares de mármol negro, blanco y rosa y vigas de madera de castaño en el techo, las cuales se inclinan para encontrarse con las paredes blancas. Ventanas francesas conducen al patio con su fuente y en todas partes hay pinturas. La terraza que da al exterior, en mármol negro, blanco y azul, tiene vistas sobre un jardín árabe que, a un nivel inferior, da a su sala de entrenamiento”.
El palacete de Antonio, reformado en los Noventa, subsiste rodeado de edificios en un entorno degradado, La finca Malibú de Sean Connery fue vendida y demolida la vivienda para edificar un gran conjunto en primera línea de playa. El asunto se encuentra sub iúdice, la operación policial se titula Goldfinger, la acusación ha cuantificado un daño económico a las arcas municipales de 2.775.000 euros, eso, si se prueba algún día, podría ser reparado pero nunca la destrucción de su paisaje histórico.
Cuando Marbella decidió prescindir del arte en aras del contante y sonante dinero, también desterró la sensibilidad y el amor por las pequeñas cosas. En lugar de proteger su historia, maltrató a los pioneros, derogó las sensaciones que emanaban del paisaje, renegó de su ingenua belleza en pro de la anónima grosería hormigonada y propugnó la agresividad urbanística abandonando el exquisito placer de recrearse en la sensualidad de su arquitectura más íntima y personal.
Aquella Marbella verde,blanca de cal, colorida de flores y bella playa ya no existe ni existirá. A veces, llevo a mis hijos a conocer las pocas casas que quedan con el encanto de aquellos tiempos anteriores a la masificación. Disfruto cual abuelita Paz contandoles batallitas de fiestas llenas de glamour y fantasia. De personajes que hoy ponen nombre a muchas de nuestras calles y de otros que jamas lo haran aunque lo merezcan. Cuando llegaba esta epoca, se aireaban las casas y se reparaba lo que el invierno hubiese deteriorado. Los jardines nos regalaban a los lugareños magnificas estampas que quizas sus dueños en Julio, ya no podrían disfrutar por el calor del verano.Recuerdo el Beach Club del Hotel Marbella Club y las noches de verano engalanadas de buganvillas y olor a dama de noche. Aquello fue un bello sueño para no olvidar. Me ha encantado esta entrada.
ResponderEliminarMe encanta esa frase de "Los jardines nos regalaban a los lugareños magníficas estampas..." porque en definitiva lo que expresa es el privilegio de vivir aquí todo el año. Los matices de Marbella solo pueden apreciarlos los marbellenses y no todos porque hasta para eso es preciso un alto grado de sensibilidad.
ResponderEliminarDebo decir que es una pena lo que han conseguido los complejos hosteleros y turísticos, al destrozar por completo una bella ciudad. Sin mencionar otras cuestiones que también han tenido impacto. Ahora solo queda el recuerdo de los bonitos veranos que muchos hemos pasado ahí.
ResponderEliminarPero lo más bonito es que los propios lugareños, los Marbellenses puedan disfrutar de la zona todo el año y luchar por su tierra natal con uñas y dientes.
Un fuerte saludo desde administradores de fincas en marbella