La historia deja rastros, lugares callados, cubiertos por un manto de olvidos, que mantienen una memoria débil, por oral desvirtuada, transmitida entre herederos, que de devociones populares trocaron a aficiones senderistas. Antiguos sitios de mágicos y milagrosos remedios, sustentados por la fe. Salutíferos parajes de íntima belleza, que fueron elegidos por la proximidad de la naturaleza con Dios, puerta hacia el Cielo.
Su acceso no es difícil, no hay más que cruzar el arroyo de Calañas, que comparte curso y nombre con el Guadalpín, al noroeste de la urbanización Xarblanca y seguir su ribera hasta que después de menos de una hora se arribe al destino. Si nos remontáramos al XVIII el camino se iniciaría en la Puerta de Ronda, ascendería por la calle Ancha y Alameda de San Francisco. Desde el convento continuaría por el camino del Trapiche hasta llegar al Prado donde tomaríamos la bifurcación de la cuesta de las Ánimas. Al llegar al Molinillo, el puente sobre el arroyo abriría paso al trajinado camino de Istán, pero el penitente se adentraría a su derecha por una cañada de profusa vegetación y sombra, con el rumor del viento y el sonido del agua de sus pequeñas cascadas y pozas.
La viña era de poca calidad, el huerto de escasa sustancia: “solo tendrá una obrada destinada su utilidad a la decencia de la iglesia ermita que por ser tan corta se mantiene a expensas de la devoción y el resto de la tierra que se dijo de regadío por acequia para puebla de maíz con algunos frutales por lo inculto de dicho terreno inferior de la tierra y cortas fuerzas de dicho huerto para poderla beneficiar con estiércoles”.
El edificio, orientado en un eje norte sur, revela porte humilde, aunque de buena factura, agarrado, en su lateral de levante, al borde de una pronunciada caída por medio de gruesos contrafuertes. De fachada sencilla, rematada con pequeña espadaña. Disponía de una sola nave, compartimentada en dos espacios, uno para los fieles, otro para los monjes. En la trasera, distintas dependencias remataban el conjunto.
Siglos después, con menos espiritualidad y otra conciencia social, un grupo de ciudadanos cívicamente responsables, que no buscan la salvación eterna pero sí la conversión del prójimo a la causa de la conservación de nuestra historia, que no quieren limosnas ni sueldos, se han empeñado en levantar en Los Monjes el manto del olvido, romper su silencio y trasmitir un ideal más laico, un esfuerzo con cierto grado de osadía, la defensa de nuestro patrimonio histórico o lo que es lo mismo hacer lo que las administraciones públicas no hacen. Necesitan ayuda, comienzan el sábado a limpiar aquello, precisan cariño porque estos trabajos suelen ser difíciles y poco comprendidos, y les vendría bien agradecimientos sin perifollos porque son gente sencilla.
Hola Paco. Ya que agradecimiento demandas, sirva esta nota para hacer llegar el mio, junto con mi admiración. Lo único que siento es no poder acompañaros como me gustaría.
ResponderEliminarÁnimo y un abrazo.
Como mi amigo Pedro te envio desde aqui un abrazo muy fuerte como agradecimiento, estando con vosotros en espiritu aunque no pueda estarlo fisicamente. Saludos
ResponderEliminarNo preocuparos que al final vendréis.
ResponderEliminarOs estamos esperando.
Buen blog, ilustrado e informado.
ResponderEliminar10 años han pasado de esta loable iniciativa y el manto del tiempo ha recubierto piedras y restos de construcciones con profusa vegetación.
ResponderEliminarBueno seria que retomaremos la intención de salvaguardar nuestro patrimonio y si es posible, también nuestras almas y procedamos a destrozar y señalizar estas ruinas e hijos del camino
En vez de Destrozar ha salido destrozar que es lo que se pretende evitar
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