lunes, 19 de abril de 2010

Terol




Existen personas que forman parte del paisaje cotidiano, que pese al transcurso del tiempo reaparecen en escena como si el tiempo se hubiera detenido y así durante más de cuarenta años, acaso porque haya descubierto un elixir de la eterna juventud y vitaminas para su extraordinaria vitalidad. Leonardo Terol Bol tiene, más bien posee como un tesoro, 71 años. Me lo encontré hace algunas semanas dispuesto a afrontar un partido de paddle y por supuesto intentar vencer a su contrincante, porque Terol siempre ha sido un ganador, una fuerza de la naturaleza arrolladora con un poder de convicción inigualable. Comentaba que su secreto es no parar y movilizar músculos aunque sospecho que todo se resume en un innato optimismo aliñado de amor a su familia, a su mujer Willy, a sus hijos Miranda y Marcel, a sus nietos y a Marbella.

De porte gallardo, andar mayestático, su mirada es brillante, clara, más limpia que su pésimo español algo que nunca fue obstáculo porque para entenderse más que las palabras valen los gestos afectivos, las sonrisas cómplices, su espíritu combativo. Todo para conseguir su integración en la sociedad marbellense con matrícula de honor, para darnos no una sino varias lecciones sobre los métodos para obtener felicidad y satisfacción en el lugar donde has decidido trasladarte para trabajar y vivir. Su inconfundible bigote era el único obstáculo para acercarse a él, ahora ya ni eso, puesto que es afabilidad y proximidad sin aditamentos, un libro abierto, inquieto, de ideas en ebullición para proyectos ilusionantes, no abandona uno cuando ya ha comenzado otro.


Su obra, su tarea fundamental, por la que siempre le recordaremos, fue traer de su Holanda natal ese insólito deporte mixto que se llama Balonkorf. En una época en que las españolas apenas tenían derechos, las jóvenes de Marbella compartían cancha en proporción con los jóvenes. Sin necesidad de cuotas, sus puntos valían igual que los de los hombres y sus canastas eran rubricadas en nombre propio. El mejor jugador del partido podía ser la mejor jugadora. La canasta trascendental no tenía sexo y había jugadoras cuya calidad superaba la de muchos masculinos deportistas. Igualdad sin necesidad de leyes.

Fue en torno a 1969, sin apenas instalaciones deportivas, sin más medios que un grupo de voluntariosos amigos, muchachas inquietas y mozalbetes bulliciosos, una pelota -“La balón” en lenguaje terolense-, un poste con una canasta de mimbre a tres metros y medio y un patio sin pendiente como el del Instituto Río Verde… Impresionante. Mientras España comenzaba con reticencias a abrirse al exterior y miles de españoles continuaban emigrando al extranjero, en Marbella habíamos entrado en Europa por la puerta grande. En pocos años Terol había montado un tinglado sólido, de clubes, selección nacional, campeonatos internacionales, viajes a Holanda, cientos de niños en todas las categorías, liga propia y federación española.




Suele repetirse que los reconocimientos llegan tarde, que las ciudades muestran generosidad a sus benefactores con retraso y esa tardanza ha llegado al límite con Terol. Son incalculables los dividendos que reportó esta labor altruista de nuestro holandés favorito, réditos materiales por la enorme repercusión propagandística en los Países Bajos y beneficios morales por la rentabilidad obtenida en la formación deportiva, en la educación en valores y hábitos saludables de miles de marbellenses. Un grupo de amigos, de los que no olvidan y de los que uno nunca debe olvidarse, organizaron el pasado sábado un encantador homenaje, oportuno, emotivo, sensible. Un golpe de nostalgia con un aluvión de recuerdos borrosos, un reencuentro entre compañeros y rivales, amigos todos, buena gente, cómplices por una noche, que treinta o cuarenta años después cruzan las mismas miradas que antaño, las del compañerismo y la amistad.

Pronto volveremos a vestir la camiseta, a encestarle un punto a la memoria, porque esos inquietos mozalbetes y pizpiretas mocitas, ahora maduritos incombustibles, quieren volver a la cancha, mostrar la calidad y la belleza de este deporte y sobre todo saldar una cuenta pendiente con Terol, un débito muy caro, porque formaba parte de nuestras vidas pero también nos moldeó como mejores personas.

El balonkorf no desapareció en Marbella a finales de la década de los ochenta, simplemente se ausentó.

9 comentarios:

  1. Juan Luis Torrecillas20 de abril de 2010, 1:08

    Francis, enhorabuena por tu blog.

    Especialmente esta entrada, me ha tocado la fibra sensible, y es que Terol es de esas personas entrañables que ojalá todos los niños (y no tan niños) tuvieran la fortuna de conocer.
    Tuve la suerte, cuando tenía unos 12 años, de conocer a Terol en el colegio 5 de Noviembre, ahora llamado Rafael Fernández-Mayoralas (un profesor y amigo, que por desgracia ya no está entre nosotros).

    Allí, junto a Elisa Blázquez, Leonardo Cromsted, y muchos más amigos conocimos y vivimos el balonkorf de la mano de Terol.
    Aún recuerdo los sábados de partido en el polideportivo, las tardes de entrenamiento, el tacto del balón y la emoción de cada lanzamiento a la canasta. Pero lo que más recuerdo es el cariño, la paciencia y el respeto con el que Terol nos transmitía todo lo que sabe de ese deporte y de la vida, que es mucho.

    De haberlo sabido, hubiera hecho lo imposible por haber estado en esa cena-homenaje, para participar de ese momento tan entrañable y poder darle un abrazo a Terol, al que hace muchos años que no veo.

    Y por supuesto, me encantaría volver a jugar a balonkorf. Aquí tenéis un voluntario para "ponerse la camiseta" y echar un rato. También, ¿por qué no?, para formar un equipo "de viejas glorias" e intentar relanzar este deporte en Marbella.

    Un fuerte abrazo y gracias por este "regalo", Francis.

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  2. Gracias Juanlu,
    tenía la certeza, porque conozco a Terol, que sus pasos dejaron muchas huellas.
    Desconocía que habías jugado al balonkorf, es difícil calcular cuantos participamos en este deporte pero teniendo en cuenta que fueron cerca de veinte años y que estaba entre los deportes incluidos en los Juegos Escolares, por lo tanto en todas las categorías, podría decir que fuimos varios miles.
    Lo de las "viejas glorias" puede ser todo un éxito, más que nada por el show que se puede montar, pero por Terol hasta eso.
    Un abrazo

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  3. Es cierto que es un hombre entrañable. Hacía años que no sabía nada de él.

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  4. Hola a todos.
    Simplemente os queria dar las gracias en nombre de mi padre, madre, familia en general por todo.
    Lo pasamos genial. Yo personalmente, no dejaba de tener lagrimas en los ojos de la emocion y alegria, al ver la cara de mi padre y de mi madre, de como todos eran tan cariñosos con ellos. Y sobre todo que "seguimos siendo una familia".
    Gracias infinitamente
    Miranda Terol Lith

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  5. Un afectuoso saludo desde Terrassa. Yo también viví los inicios del Balonkorf en Catalunya y compartí momentos con Terol en la selección española. Sin duda los mejores recuerdos deportivos de mi vida.
    Gracias

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  6. Bueno "PacoJavi" después de decirte que te leo pero no escribo, me enccuentro con este "flashback" tan emotivo y no me he podido resistir... ¡yo también jugué a Balonhorf! jajajajaja pero no llegué a 'internacional' como mis hermanos porque me lesioné -de por vida- mis rodillas... qué bien le hayan dado un homenaje a Terol, no me había enterado (ya sabes que vivo fuera de Marbella).

    Con este blog haces un trabajo precioso.
    Dos besos, guapísimo :)

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  7. José M. Pascual (jopaski@terra.es)18 de octubre de 2011, 20:05

    Hola a todos desde Terrassa, fuí jugador de Balonkorf desde los 17 hasta los 34 años, compartí selección con jugadores/as de Marbella (eliminatoria contra Francia en Vitoria), y jugué en torneos en Marbella, enhorabuena por este blog y por recordar, un saludo a todos los amigos que tenemos allí, Antonio, Ignacio etc.. Cuando organiceis un torneo para veteranos, avisarnos. Gracias

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  8. Hola, yo tuve el placer de pertenece a Olympic en los años 81,82 y 83. Terol, Wiily, Miranda y Marcel fueron durante estos años parte de mi familia.

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  9. Recuerdo con cariño a Terol por sus clases de vela. Con Leonardo aprendías a navegar y a disfrutar de la vida.
    Tuve el placer de compartir con él muchas horas de navegación en aquellas regatas, en las que siempre salíamos los primeros y terminábamos los últimos, porque el barquito no daba para más.
    Siempre he pensado que algún día haré como Terol, volver a Marbella y dedicarme a enseñar a los chavales a navegar por el mar y por la vida.

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