La sublimación de un lugar, la fascinación por su paisaje, el encuentro con los archivos de la tierra, sus gentes, el placer de los aromas y el goce de sus sabores es parte del viaje. La profundización en la relación entre el hombre y el entorno visitado puede llegar a convertirse en un vínculo persistente. Así ocurrió cuando el arquitecto Luis Gutiérrez Soto visitó la Hacienda Guadalmina de Norberto Goizueta en 1935: "una extensa zona que no dudamos en calificar de la más bella y mejor dotada. Era la tierra ideal para la casa y el cortijo con el que soñaba el ilustre vasco de Andalucía”.Esta identificación bucólica, que remite a la tradición idealizada de la vida campestre, y que pocos años después asumiría la arquitectura turística como un componente más de su definición metafórica, cimentaba unos sólidos vínculos: “¿vale o no vale la pena detenerse en esta hacienda de Guadalmina?
Se publicó en forma de reportaje en 1947 en la revista Cortijos y Rascacielos y trataba principalmente de la vivienda colonial de los Goizueta que había sido diseñada por el norteamericano Arthur Edward Middlehursth. “Ocupa la planta baja
Gutiérrez Soto proyectó su propia casa en los años cincuenta en un altozano privilegiado junto a la desembocadura del Guadalmina. Se distribuye en planta abierta y dispersa comunicada por patios, jardín, porche y galerías abiertas. Su aspecto exterior, configurado por la apropiación de un entorno natural de gran belleza en el que sobresale por su ubicación, se sirve de terrazas planas, módulos cupulados y un blanco deslumbrante. El resultado implica la expresión metafórica del poder, por su situación, y del placer vinculado con los axiomas del turismo. Esta identificación, establecida por las condiciones del espacio, la tradición histórica andaluza, sus tópicos y los componentes esenciales de la arquitectura para el ocio convierten este trabajo en clave para comprender la definición y evolución de la trayectoria de Gutiérrez Soto y en modelo para la zona.
“Un terreno feraz que da gloria el verlo, bajo un cielo inundado de luz ciega al mirarlo. El clima… como para los anuncios de las agencias de turismo: lo más alejado posible de las temperaturas extremas. Pero ¿ni siquiera calor en el verano? Ni eso siquiera. Hasta en agosto, una brisa fresca que acaricia y entona. No es de ahora la maravilla del sitio y del clima. Lo saben hasta las aguas del mar que besan esta costa de excepción. ¿No es de hace más de dos siglos la copla que por allá se canta?: Anda, ve y dile a Mahoma/ águila del mar de enfrente/ que no busque el paraíso,/ porque el paraíso es éste”.
muchas gracias por compartir con nosotros su sabiduría y éste impresionante documento que nunca podríamos haber tenido acceso de otra manera; precisamente hace poco pasé con la bici por el Cortijo Guadalmina y literalmente se me caía la baba ante tanta belleza y buen gusto desplegados ante mis ojos.
ResponderEliminarun saludo.
Solo corregir una cosa, Norberto Goizueta no era vasco, sino Navarro de un pueblo llamado Peralta.
ResponderEliminarGracias por la corrección. Esa afirmación esta copiada textualmente de lo escrito por Gutierrez Soto, al que se le puede atribuir el error.
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