jueves, 9 de diciembre de 2010

Fray Jerónimo de Pedraza




“El natural muy partido, los alientos de su loçanía muy grandes y era su porte como el de aquellos de quien se suele deçir que no cogen en la tierra o es para ellos poco todo el mundo y como al experto labrador no le desagrada la tierra que por su buena sustancia y loçanía brota maleças, pues aplicada la reja del arado lo convierte todo en frutos”.

De esta manera tan peculiar describía el padre trinitario Domingo López, a principios del siglo XVIII, a fray Jerónimo de Pedraza, hijo ilustre del convento de la Trinidad de Málaga, nacido en Marbella, que recibió el hábito el 26 de febrero de 1634 y profesó un año después: “lo aplicaron a los estudios de Artes y Theología y salió tan buen estudiante que en un concurso graduando su oposición por la primera le dieron la cátedra de Artes del convento de Málaga, donde fue a leer y entró en la ciudad cobrando grandes créditos por cátedra y púlpito y en aquella población goçando los primeros aplausos”.

Hijo de Juan de Pedraza, natural de Ciudad Rodrigo, regidor de las ciudades de Marbella y Gibraltar, y de María del Castillo, de marbellense origen, “de la gente más principal de la ciudad”, vivió su infancia y juventud, hasta que entró en el convento, en la casa situada junto al Aposento, - vivienda para la tropa que estaba más o menos a la altura de Tejidos Nuria-, en el barrio conocido por el nombre de su padre. Zona abierta por urbanización desde el último cuarto del XVI, frontera a la muralla, que alcanzó el calificativo de calle Ancha de Pedraza.

Como buen regidor que se precie acumuló pronto propiedades entre las que destacaba la lucrativa mancebía de la calle o plazuela de Pedro Ortega, en el mismo barrio de Pedraza y que para ubicarnos estaría en el fondo de saco entre la plaza de la Victoria y la calle Muro, donde se construyó el mercado de abastos franquista. Cuando se realizó la prospección arqueológica en el solar tras la demolición del mercado, aparecieron los restos de una solitaria vivienda, –ninguna estructura más derredor-, curiosamente fechada entre el XVI y el XVII. Los beneficios se ampliaban con la mancebía de la calle de la Soledad de la que los herederos de Juan de Pedraza recibieron censo perpetuo.




Pero volvamos a fray Jerónimo. Su biógrafo lo sitúa en Marbella poco después de 1635 “…pidió licencia para ir a visitar sus deudos…”, vacaciones familiares con retorno complicado: “Embarcose para Málaga y en el mar imbiole [enviole] el Señor una tan derecha tormenta, que sin remedio iba la varquilla a pique”. La descripción que sigue es prosa bella: “Vio a sus ojos en salud repentinamente la muerte y al mismo tiempo alumbrole el Señor el entendimiento representándole con viveça el juicio que esperaba, el infierno que atesoraba y la gloria que perdía. Quería arrojarse a la tabla de la contrición para salvarse y no podía y cargando en esto la consideración avivó el dolor de suerte, que su gran copia de lágrimas pudieran aumentar el mar mismo”.

La tormenta cesó y pudo llegar a buen puerto, pero este suceso o quizá algún otro evento de su estancia en Marbella cambió su ánimo: “… pidió por cama una desnuda tarima; por alimento solo yervas; por recreo las mortificaciones y por libros solo a Iesuchristo Crucificado y haciendo una Confesión General començó a entablar una rigorosísima vida”. Renunció a la cátedra, se dio a la oración, al ayuno y a disciplinas sangrientas “los cilicios eran muchos y de agudas puntas de hierro”. Marchó a Córdoba donde procuraba “… aplacar las divinas justicias y solicitar la divina misericordia”.

Sucedió que a su regreso a Málaga en 1649, azotaba una epidemia de peste, su fin se acercaba y los trinitarios quisieron guardar su memoria relatando abnegación, sacrificio y hechos milagrosos: “Asistió a los enfermos, con caridad indeçible enterró los muertos. Salió a la ciudad a confesar los apestados… curaba con sus manos aplicando las medicinas y limpiando las materias y si estaban en parte deçente besaba las llagas”.

Su muerte no pasó desapercibida, al menos para quienes ejercen de hagiógrafos y atribuyen santidad: “Tocose del traidor y enemigo achaque y le dio, aunque con ardentísima calentura, sin frenesí ni delirio. Sirvió contagiado hasta que del todo le faltaron las fuerças… y tomando una cruz se retiró a una parte secreta y se hincó de rodillas y espiró, Fuéronle a llamar los padres capuchinos para que comiese y lo hallaron hincado de rodillas, difunto, despidiendo de su cuerpo tan suavísimo olor, que dejó bañado el hospital todo y tan agraciado y hermoso el rostro, que parecía como rostro de ángel”.

5 comentarios:

  1. Gracias por compartir toda esta información que nos enriquece. No conocemos nada de nuestra Historia cercana, y es preciosa.
    saludos.
    Maru

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  2. Gracias Maru. Conocemos solo un poco de nuestra historia, que es algo más que nada.
    Marbella debería colgar un cartel en la entrada con la leyenda "se buscan jóvenes investigadores de la historia de Marbella. Razón archivos y bibliotecas. Sueldo, nuestro agradecimiento".

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  3. Y si además de investigar estos jovenes difunden sus averiguaciones, como tu lo haces, para el conocimiento de todos y lo ponen en internet que es donde puede llegar a la juventud casi como por azar, será para ellos como encontrar pequeños tesoros al alcance de la mano.
    Ciertamente haces una gran labor y seguro, segurísimo que dará su fruto, solo hace falta tiempo.
    Siempre leo tus entradas, aunque por falta de tiempo no escriba, y me encantan.

    Saludos
    Maru

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  4. Gracias por compartir la historia de nuestra ciudad. Muchas gracias.

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  5. Gracias Jose, no podía hacer otra cosa y la hago muy a gusto. La historia es un bien común.

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