Sus huellas son marcas de la historia, del pasado pisado, los restos de su trazado el testimonio. Eran vías para la supervivencia, el comercio y las relaciones. Los viejos caminos, desbrozados por el paso cotidiano, dibujados como líneas acomodadas para el ahorro en el esfuerzo, de vericuetos y cañadas. Ahora los que quedan son senderos, vías verdes para excursionistas, patrimonio cada vez menos material por la voraz naturaleza que los engulle sin compasión.
Una descripción antigua, sin fechar, resaltaba la dificultad de cruzar los principales accesos a la Tierra de Marbella desde el interior. Los encargados de su vigilancia se quejaban: “Y es todas estas quynze leguas de unas montañas muy altas y ramblas y cuevas y muchos escondrijos y donde ay mucha tierra es órfana y en todas estas quynze leguas no hay caminos donde puedan entrar de la costa de la mar a la tierra adentro syno el camyno que viene desde Marbella a Monda que ay tres leguas de puerto que no puede venir syno uno ante otro. Y el camino de Marbella que va a Ronda que es muy apartado que no puede venir sino uno ante otro”. Decían que en estas vías no podían montar a caballo: “No se puede guardar estas quynze leguas de tierras syno con gente del campo de pie, porque no se puede hollar a cavallo”.
Este aislamiento fue factor determinante del paisaje humano. El llano, la línea de costa, ofrecía ventajas de habitabilidad pero también peligros. Venían desde el mar, lo que obligaba a levantar fortalezas, un formidable sistema de defensa y recursos humanos. Escribía Caro Baroja que los marbellenses vivíamos de espaldas al mar, pero no es cierto, siempre vivimos de espaldas al interior, periféricos de la periferia, alejados de los centros, comunicados por mar, siempre a expensas de sus alteraciones, pendientes de un horizonte oteado con recelo desde sólidas y altas torres miradores, que en el Casco Antiguo resisten sin vistas, ciegas por decreto.
Desde Marbella partían, bifurcaban y ascendían pequeñas veredas y mayores caminos. Los principales, el de Málaga que era tan malo que José Ortega Munilla se encomendaba al cielo cuando partía su diligencia. El de Estepona era estacional, en inviernos lluviosos infranqueable. Las crónicas cuentan ahogados al cruzar los ríos, aislamientos, desprendimientos. El de Ronda precisaba paciencia y valentía no solo por los salteadores sino por los lobos que abundaban en las sierras. Por la parte de Ojén las dificultades eran similares, con acceso a un buen número de pueblos y ciudades, alternativa al costero cuando la cosa se ponía fea para llegar a Málaga.
Con los años, asfaltados y recalificados a carreteras, son accesos rápidos, no huelen a campo ni son silenciosos. Muchos fueron engullidos por el desarrollo, otros se olvidaron para siempre. Algunos son curiosos ejemplos. He aquí una pequeña muestra: el camino de Alhaurín partía desde Las Chapas hacia el norte junto al Real de Zaragoza. El de la Mina de Las Chapas es hoy carretera de acceso a la urbanización La Mairena y anexos. La cañada del Cagón comunicaba Las Chapas con Río Real junto al regajo del Cagón. El de los Pescadores también era conocido como Montenegral. La enigmática Alameda Alta estaba en el entorno de Río Real. Al carril del Relojero no se le conoce la hora ni su origen. Del camino del Atajo solo sabemos que acortaba distancias. El del Peñón del Abad se unía a la carretera de Ojén en El Peñoncillo. El del Martinete partía desde la finca La Concepción para enlazarse a la carretera de Istán. Los de la Fábrica podían dirigirse a la de arriba (La Concepción) o a la de abajo (El Ángel) y finalizaban en los cementerios junto a Río Verde. El de Cortes partía desde San Pedro y cruzaba Guadalmina en dirección oeste. La Vía del Alcornocal era la 340 del siglo XV y el Bujedillo de la Pasada de Istán lindaba con Guadalpín.
Si estos caminos eran arterias las veredas son venas menores en entidad, imprescindibles pasillos de monte y montaña. Marbella, como un corazón, precisa de todas para no perder la sensibilidad hacia el medio ambiente. Mujeres en las Veredas son cirujanos del ecosistema, que desbrozan caminos como el catéter desatasca venas. Gente curtida y normal, que tiene mérito en los tiempos que corren, que conoce Sierra Blanca al dedillo y la abren para solaz y disfrute de todos los ciudadanos. Dolores, alma mater del asunto, una fuerza de la naturaleza, me dijo un día que no quería homenajes si algún día le llegaban, que no le gustaban ni los merecía. No hay impostura ni falsa modestia, así que simplemente le doy las gracias.
Mi admirado amigo: Sigo tu blog con la asiduidad que me permiten el tiempo y el olvido (de leerte). Y siempre consigues emocionarme por tener la suerte de leer tus textos, por tener la suerte de ser de Marbella y disfrutarla y conocerla cada vez mejor. Gracias de todo corazón.
ResponderEliminarPACO RODRIGUEZ
Dijo un filósofo que “el agradecimiento es la memoria del corazón”
ResponderEliminarSi no fuera por vosotros, que me tratáis con tanta vehemencia hace tiempo que habría dejado de escribir para dedicarme a contemplar.
ResponderEliminarGracias.
Tu escritura fácil, hace que los temas de la sobria y pura historia de Marbella, se conviertan en poesía, comunicando profundos sentimientos de amor a las cosas de nuestra tierra.
ResponderEliminarGracias,
Me gusta este trabajo, no sabía que realmente la sierra esta es una muralla, con tan pocos caminos, solo nos deja la costa y la selva al norte... y lo de los rios infranqueables tuvo que ser una lucha de carreteros y comerciantes.
ResponderEliminarUn abrazo.