jueves, 30 de septiembre de 2010

Haza del Mesón



La ruina es decadencia en lo físico y en lo moral, restos de una época que por deterioro se pierde y por olvido o negligencia se le niega regeneración. La arquitectura antigua, su estado de conservación, es prueba y testimonio sobre como discurren los tiempos actuales, cuáles son las tendencias, quiénes sus albaceas. El profesor Chueca Goitia denunciaba en los años setenta, con acritud, la destrucción que se llevaba a cabo en los centros históricos de las ciudades españolas, nuestro legado urbanístico. La ruina es el argumento, la demolición el acto de un expolio consentido, tolerado y no mal visto.

Con el tiempo, leyes urbanísticas, patrimoniales, recomendaciones de organismos internacionales, reglamentos e informes de defensores del pueblo intentaron remediar tanto desatino. Una fiebre conservacionista, una renovada sensibilidad patrimonial, recorrió el mundo civilizado con el objetivo de salvaguardar la memoria. Mucho se ha avanzado y por eso cualquier agresión resulta extraña y atemporal. Uno indaga en motivos y sólo encuentra silencios y remisiones a terceros como si la vergüenza acompañara a los actores que impulsan la pala de la retroexcavadora y esconden la mano. Ha sucedido en la Haza del Mesón y no será la última vez que asistamos al espectáculo de cargarse en dos días 260 años de historia.

Los terrenos formaban parte de la propiedad del cortijo de Miraflores. Su dueño, el poderoso Tomás Domínguez y Vargas, explicaba en 1750 los motivos de la urbanización: “… cuya haza por el beneficio que se sigue a dicho mayorazgo y asegurar renta fija se determinó darla a solares para que se fabricasen casas en ella… y que no puede producir sembrándola y cultivándola lo que fabricando casas en ella”. En poco más de diez años se había consolidado la zona, extensión extramuros entre el río Huelo y el camino del Calvario, ordenada de huertas, de paisaje abierto, paseo de pitas, higueras y olivos.

La mayoría de los solares parcelados medían 24 varas de frente y 18 de largo, otros eran cuadrados, alguno alcanzó las 36 varas, casi 30 metros. Eran de factura sencilla, de arquitectura popular, reconocidas por su tejado a dos aguas, fachada con balcón, huecos con dintel, pequeño corral con tinado, lavadero, dos alturas y altillo cubierto generalmente con armadura de parhilera revestida de tablas, cañas y yeso.



Conocemos algunos de los marbellenses nombres de sus primeros habitantes, Andrés López, Mateo Narváez, Juan Amores, Francisco Morales, Juan Gómez Romero. Datos fiscales de 1830 revelan la humildad de sus residentes. Pedro Barragán regentaba una panadería, otros cultivaban una pequeña huerta. Sus nombres nos son familiares: Isabel de Lara, Micaela Guzmán, Francisco Martín, Francisco de Piña, María Martín, Antonio Fernández, Pedro Morito, Juan Cantero, Isabel Bautista, Juan Rodríguez. En 1931 allí vivía Luisa Caravantes, Pedro Álvarez Romero, Andrés Caracuel Cantero, Antonio Mata Domínguez, Rosa Campoy Salgado, Francisco Santisteban Martín, los herederos de Antonio Sánchez López, Francisco Belón Salgado, José Pérez Ruiz y José Roldán Salcedo. Todos merecen ser citados antes que el hormigón sepulté su recuerdo, porque de muchas historias anónimas se construyen las ciudades.

No era la mejor vivienda de las del casco antiguo, ni siquiera formaba técnicamente parte de él, se levantaba en un extremo en colisión con la modernidad, su dirección Haza del Mesón 16, el delito ser vieja, la condena el derribo. Poseía protección legal en el Plan General de 2009, era el nivel 3 de protección ambiental que tiene como actuaciones prohibidas asociadas “demoliciones parciales y totales sin justificación técnica e histórica, las cuales están supeditadas al informe de la Comisión Provincial de Patrimonio” y como permitidas las de conservación, mantenimiento, consolidación, restauración, reforma y rehabilitación. Se han ejecutado las prohibidas, obviado las permitidas. Es más fácil y barato, porque siempre será más económico borrar la historia que preocuparse en limpiar añejas e incómodas piedras.

Nada de lo legalmente establecido ha servido, probablemente el resquicio habitual, una declaración técnica de ruina, - la que conlleva el peligro para los viandantes por el riesgo de derrumbe del inmueble- ha sido la causa. La paciencia del que abandona a su suerte un bien protegido es arma de destrucción patrimonial y es que John Ralston Saul tenía razón cuando escribía que “el saber se emplea hoy con mayor eficacia para justificar las injusticias hechas que para evitarlas”.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Al servicio de los ciudadanos




La honradez es noticia en Marbella. Lo certifica el Tribunal de Cuentas, órgano constitucional del Estado español, el que fiscaliza la actividad económica y financiera del sector público, que ha concluido su trabajo sobre el gobierno municipal formado en abril de 2006 tras la disolución malaya, conocido como Comisión Gestora. Su mandato fue efímero, 14 meses, tiempo más que suficiente para ofrecer entrega y servicio, tanto que el equipo de gobierno que la sucedió, el actual, se arroga ahora, que no antes, continuidad en la labor iniciada y ufanos se quieren colgar dieciséis medallas, con lo que pesan para quienes carecen de sentido de la cortesía, porque fuimos ese número los que tuvimos responsabilidad de gobierno, de control del gasto, de aprobación de cuentas, de administración eficaz.

Pero la honestidad no debía de ser noticia, tendría que estar tan incrustada en el quehacer de gobierno que pasara desapercibida y todo se circunscribiera al convencimiento de que la ética personal puede trasladarse a lo público y convertirse en estandarte. José Luis Aranguren propugnaba la institucionalización de la moralidad en el aparato del Estado. Tarea difícil, ahora complicada porque desafortunadamente se ha seguido un camino opuesto, tortuoso. Defiende José María Izquierdo en su lúcido trabajo sobre la corrupción municipal que la política puede ser la más noble de todas las tareas, pero que es susceptible de convertirse en el más vil de los oficios y que esa generalizada falta de ética pública es la razón principal del despilfarro en el gasto público en los ayuntamientos, del favoritismo en la selección del personal o en la contratación de obras y servicios, de la interesada arbitrariedad en la planificación urbanística, de la negligencia en la gestión del patrimonio municipal o de los frecuentes cambalaches en la composición de las mayorías de gobierno.

No fuimos perfectos ni mejores pero lo teníamos claro con la que estaba cayendo, aún con riesgos evidentes de tropezar con la maraña delictiva enquistada en las paredes de la casa consistorial, expuestos a juicios públicos de una sociedad local comprensiva con la corrupción y acostumbrada a políticas groseras y desvergonzadas, sometidos al mezquino control de unos partidos habituados a compartir espacio en el filo de la navaja de la indecencia. Sobrevivimos, porque la ética personal no sólo es el mejor antídoto ante la corrupción es también un bálsamo contra la deslealtad, un ejercicio para la libertad de conciencia y una solución para muchas de las lacras que pervierten la política de partidos.

No fuimos unos virtuosos de la ética, ni nuestra moral era infalible. La ética personal es un músculo que hay que fortalecer todos los días que se gobierna. No basta con alardear de honrados en ruedas de prensa, la probidad hay que practicarla con devoción, convertirla en un vademécum cotidiano, una utopía en la que aún muchos creemos, una forma de regeneración que no precisa de rupturas sino de transformaciones desde dentro. Podemos y debemos repudiar a los miles de políticos corruptos que dibujan ese mapa de inmundicias, pero no podemos ni debemos hacer lo mismo con los miles de políticos honrados que se ven salpicados por esas inmundicias, ellos son los que tienen que poner en acción su voluntad de regeneración, no tapar vergüenzas propias y denunciar las ajenas, sino atacarlas todas, puesto que la ética es imposible de codificar y los reglamentos son declaraciones de intenciones para quienes no tienen intención alguna de rehabilitación.

Días pasados comentaba las conclusiones del tribunal con un antiguo compañero de gestora, lacónico, sentenció que aquello ya era historia y lo es, nadie puede discutir ese axioma, lo que podríamos dudar si es historia con la que dar lecciones o pasado para olvidar. Por lo pronto nos quedamos con la felicitación de un organismo curtido en todo lo contrario a celebraciones y la enseñanza de que los reconocimientos llegan por los caminos menos esperados.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La mezquita



Eran tiempos de cambio. La transición avanzaba mientras nos enseñaban como convivir en libertad, a respetar ideologías y credos. Para afianzar el encaje democrático se aprobaron un aluvión de leyes al amparo de la Constitución con las dificultades derivadas de la herencia política y social. Una de ellas fue trascendental, la de Libertad Religiosa de 1980, que daba cobertura legal a los diferentes cultos.

En Marbella, en 1979, el entonces príncipe Fahd de Arabia Saudita anunciaba que iba a donar dos millones de dólares para la construcción de viviendas sociales. Estaba alojado en Incosol y había decidido construirse una residencia, además de financiar la edificación de una mezquita y un centro cultural o casa de la cultura hispano-islámica. Era una apuesta fuerte, sorprendente, cargada de petrodólares de Oriente Medio, de un mercado desconocido para una España que sufría aún las secuelas de la traumática crisis del 73 y que en nuestra ciudad se cebó con especial virulencia en el sector de la construcción y la hostelería. Docenas de grúas y esqueletos mostraban un paisaje sombrío, un cementerio de hierro y hormigón, que prescribió con el lustre de nuevas urbanizaciones, que pusieron de moda un exótico cóctel de arabismos en fachada, a la vez que nos rodeábamos de alcazabas, alhambras, generalifes, al-andalus, brillantes cúpulas, vistosas almenas y dorados decorativos exuberantes, tan fastuosos que deslumbraban la vista.




Hasta entonces del mundo islámico no veíamos más allá de la guardia mora de Franco, la Marcha Verde y Emilio el Moro, todo tan anecdótico como superficial. Pero nuestro pequeño mundo de partes oficiales y Angelus a las doce decaía, a la par que comenzaban a internacionalizarse los mercados. El moro, el temido en las entrañas de la tradición, mudó en aladín de los tesoros, del lujo y la ostentación, versión turista. Un mustafá de serrallos y palacios que había salido de los cuentos para pasearse por Puerto Banús. Frotábamos la lámpara maravillosa y las divisas fluían. Construir una mezquita no suponía obstáculo alguno para tan buenos clientes. Se cifraba en siete mil millones de pesetas la inversión inmobiliaria en Marbella de capital árabe en 1980.

Fue el primer templo musulmán edificado en España tras un largo paréntesis. Emblemático, simbólico, de blanco deslumbrante y porte elegante, en altozano para ser visto y oído. Se construyó en poco más de seis meses, no hubo trabas técnicas, no hubo resistencia vecinal y salvo algún maleducado comentario de reaccionarios que no transigieron en la transición, el marbellense lo aceptó con curiosidad y admiración, con ese pasotismo tan mundano, forjado a golpe de experiencias interculturales. El no musulmán que conseguía acceder a su interior lucía galones, su gesta era considerada casi una heroicidad en tan hermética y extraña religión.

La prensa nacional seguía el proceso día a día. Su inauguración fue un acontecimiento nacional y un acto de diplomacia internacional, fue en agosto de 1981, el proyecto lo firmó Juan Mora Urbano y el resultado fue un espléndido edificio, tan bueno que optó al prestigioso galardón de la Fundación Agha Khan. Hubo disputa sobre la autoría. Un artículo publicado en ABC en noviembre de 1981 atribuía el proyecto a Ángel Taborda Britch, días después Juan Mora pedía su rectificación. El caso creo recordar que acabó en los tribunales, sin conocer más detalles al respecto.

El próximo año cumplirá los treinta sin novedad. Son varios miles los musulmanes que residen en la costa. Tras la de Marbella se abrió la mezquita de Fuengirola, años más tarde la de Málaga. Somos ejemplo y fuimos pioneros. En todos estos años no ha habido conflictos religiosos, el respeto ha imperado como si el espíritu de concordia y libertad propugnado por la Constitución hubiera calado en Marbella mejor que en otros lugares. Dicen que es la mezquita de los ricos, pero su imán Alí Bachar, persona afable, cercana y sencilla, sabe que no es verdad, porque es un templo abierto a todos los musulmanes. El acceso es pausado, la atmósfera íntima, el ambiente acogedor. La gran cúpula central te arropa, las columnas confieren escala humana, la luz tamiza el espíritu.

De vez en cuando nos sobresaltan noticias sobre controversias a cuenta de la construcción de mezquitas en el mundo. La última en el centro financiero mundial, Nueva York, esa ciudad donde hay que darle a una campana para que los inversores paren de mover su dinero y todos tocan las palmas como locos mientras las estadísticas calculan 925 millones de pobres en el mundo. Antes fue en Sevilla, en Lérida, en Suiza con los minaretes y en muchos otros lugares donde la construcción de una mezquita se percibe como una amenaza, pero no son las religiones las causantes de los conflictos sino las personas que las pervierten, como los que malinterpretan los gobiernos y distorsionan las ideologías.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Scouts




"La tropa de Vélez-Málaga llegó a Marbella el día 27 a las ocho de la noche bajo el azote de un fuerte temporal de lluvia, tras haber hecho un recorrido a pie de 23 Km Estaba compuesta por dos patrullas, banda de tambores... La tropa de Marbella salió a esperar a sus compañeros de Vélez hasta el vecino pueblo de Ojén acudiendo dos patrullas y banda de cornetes con su jefe Federico Lozano e instructores Lozano y Palma y los miembros del comité Juan Robledano y Juan Domínguez. Emocionante fue el momento del encuentro de las dos tropas; no cesaron de dar vivas. Y a todo esto diluviando".

Parte de la historia se construye a golpe de acontecimiento y aquel 27 de noviembre de 1915 quedó borrado de las crónicas marbellenses, diluido por la tromba de agua que mojó el papel de la memoria y emborronó efemérides, que ahora son restauradas y ofrecidas con la intención de reflexionar sobre lo que sabemos de nuestro pasado, cómo la hemos reconstruido acumulando piezas de un puzzle incompleto y también hasta que punto podemos creer lo que nos han contado de nuestro pasado a veces por medio de interesadas y oficiales opiniones, acompañadas de ominosos silencios.


No es un relato sobre el movimiento de tropas durante una guerra, aunque de lo leído puede desprenderse un aroma bélico, fue con motivo de la primera promesa de la tropa de Marbella del movimiento escultista, más conocido como scouts o boy scouts. Habían invitado a todos los exploradores de la provincia pero asistieron pocos, como es narrado por Francisco José Armada Muñoz en el libro "El escultismo andaluz". "A la entrada de Marbella y aunque caía un horroroso chaparrón, eran esperados por todo el pueblo en masa y por el comité local, José Lorenzo, Félix de Zea, Eugenio Cid, Antonio Pérez, Ignacio Nieto, Manuel Martín y Eugenio Lima. Cuando llegaron a la plaza de la Constitución fueron saludados por el sr. alcalde D. Enrique Belón y demás autoridades, pasando acto seguido a la sala capitular, donde con frases cariñosas el alcalde dio la bienvenida a los huéspedes".

Eran jóvenes imberbes, que formaban parte de un extraño y poco comprendido grupo civil con ínfulas militares, creado por el británico Robert Baden-Powell, que preconizaba el desarrollo físico, mental y espiritual para que pudieran adquirir la condición de “buenos ciudadanos”. Una suerte de actividad lúdica aderezada de reglas castrenses y ceremonias religiosas que en Marbella alcanzó cierta importancia sobre todo gracias al impulso dado en los años veinte por Enrique del Castillo y Pez. De hecho, la celebración del día de San Jorge de 1922 mide su implantación en la ciudad: "Después de una diana floreada, se dirigieron a la iglesia parroquial, donde se ofició una misa por el sacerdote José García Morán. A las diez, la tropa en pleno fue obsequiada por los hermanos mayores de todas las cofradías de la ciudad, que les ofrecieron un espléndido almuerzo en el restaurante Cuevas. Por la tarde y con asistencia de numeroso público tuvo efecto un soberbio festival en la plaza de toros, con el siguiente programa: presentación y objeto de la fiesta, ejercicios colectivos de gimnasia, la comedia en un acto Redención, Recitación de poesías, ejercicios colectivos de semáforos, evoluciones y apoteosis por la tropa en pleno, himno de la institución. Por la noche se organizó una magnífica verbena y velada musical, retreta por la banda, simulacro de combate y finalmente danzas escultistas".


El régimen de Franco suspendió en 1940 sus actividades. Consideraban, según la Orden que “sus Estatutos se hallan embebidos, aunque con desviaciones en su orientación, en las Organizaciones Juveniles de F.E.T. y de las J.O.N.S., que dedican sus actividades a la for­mación y exaltación de la unidad del espíritu nacional, mediante la educación moral, física, patriótica y premilitar, basada en los Principios Nacional Sindicalistas”. La historiografía franquista sepultaba su recuerdo en clandestinos cajones. Con su prohibición llegaba el silencio, la postergación de su memoria a páginas menores. El Frente de Juventudes y después la O.J.E. coparon apoyos, parabienes y protagonismos sin masones, mientras el movimiento scout era adoptado por la iglesia, bajo condiciones bien diferentes a las de su creación.

"Terminada la ceremonia, ya por la tarde, todos los invitados al acto de la promesa, fueron agasajados en casa de la madrina de la bandera, doña Manuela Domínguez de Roldán, con dulces, licores y habanos. El pueblo de Marbella mostró su mayor entusiasmo".

jueves, 2 de septiembre de 2010

Colegios




Fue en el año 1970 cuando se produjo una importante reforma de la enseñanza, la Ley General de Educación establecía los grados de la Educación General Básica, más o menos en lo que hoy se conoce por primaria y los del Bachillerato Unificado Polivalente, equivalentes a la secundaria actual. La adaptación de los centros educativos fue difícil, porque eran insuficientes y estaban mal dotados. Algunos como el coqueto y familiar colegio Summa de la calle Finlandia, dirigido por doña Carmen Duque, no cumplían con la normativa y tuvieron que cerrar. Mi padre con tres hijos en edad de aprender se vio obligado a buscar nueva ubicación.

Recalamos en el de Leganitos, nombrado de los Hermanos Gil Muñiz, junto a cientos de niños en similar situación. Tal fue la falta de plazas que habilitaron aulas en los bajos del edificio de viviendas de los profesores y partieron mi curso a media jornada en dos turnos de 45 niños, lo que supone una ratio de 90, muy alejada de los 25 actuales. Cuando en mis tiempos de la gestora las AMPAS se quejaban, con toda la razón, de ratios con 28 o 30 alumnos, recordaba como nos apiñábamos en esas pequeñas mesas que lijábamos y barnizábamos anualmente como un ejercicio más de pretecnología. Años después se crearon tres clases por curso, A, B y C que además de clases eran clases sociales, los listos, los menos listos y los desahuciados. Cruel jerarquía.

Fueron años bonitos. Recuerdo como me encantaba entonces ese austero uniforme de pantalón marrón tergal, camisa beige espartana, rebequita marrón y una corbatilla innombrable que se sujetaba con una goma alrededor del cuello. Formábamos bajo la atenta mirada de doña Loli, la directora, y a su alrededor Salvador Alba, Francisco Martín, Francisco Orgaz, Juan José, Enrique, Joaquín, Consuelo, Ana, que permanecen en ese rincón de la memoria donde se guardan los más gratos recuerdos. Lloré con amargura el fallecimiento de don Salvador, educador en valores, en el respeto a la persona y en su libertad. Maestro.



Con la democracia, la educación pública adquirió impulso. Comenzaron a construirse centros escolares, la ratio al fin se redujo y la enseñanza mejoró todos los sentidos. Era y es uno de los pilares de la democracia. Un derecho y una obligación. Con los años, a la par que crecía la población escolar se construían más centros, siempre al rebufo de los vaivenes demográficos. Las Circunstancias tornaron a peor en los años 90. El enfrentamiento institucional entre el Ayuntamiento gilista y la Junta de Andalucía, con numerosas complicaciones derivadas de actitudes delictivas y políticas estúpidas comenzaron a socavar esa calidad conseguida la década anterior. No se construían nuevos centros y los viejos no eran mantenidos convenientemente. Un paréntesis educacional de cuyos barros vinieron estos lodos.

Los de hoy, son lodos de rabiosa actualidad, Ayuntamiento y Junta o lo que es lo mismo, PP y PSOE, se han enzarzado en un cruce de acusaciones y gruesas descalificaciones. Dicen no buscar la confrontación, pero coinciden en conceptuarse como ineptos, ignorantes, poseedores de mala fe, irresponsables, sin argumentos, obstruccionistas, “fotoadictos”, desleales, absentistas, populistas, demagogos. No se quien tiene razón, espero que ninguno, porque si ambos la tuvieran –se jactan de ir con la verdad por delante- nuestro futuro se presenta desolador.

Se culpan de que cerca de noventa padres angustiados e indignados, a los que no se les tiene respeto y no se les deja ejercer su libertad, hayan tenido que matricular a sus hijos en un colegio virtual, edificado sobre la chatarra del despropósito, el de la racanería presupuestaria atornillada en chapas de prefabricados de unos y en la tacañería administrativa empapelada de negligencia de los otros. Ninguno reconoce responsabilidad, se la endosa al contrario. Nadie aporta un argumento constructivo, al menos para empezar a edificar un monumento dedicado a la dignidad de los niños y a la humildad de los políticos. Afirman haber llegado a un acuerdo, han discutido quien paga el enchufe o la conexión a la cloaca, ambos proclaman que son exigentes porque quieren lo mejor para los niños, aunque ese rigor culmine en un aula provisional, política de chabolismo educativo. Monterroso denuncia una crisis educativa, cierto, aunque la crisis de la política es aún más grave y causante de la primera.

Quizá sea el momento de recordar que en tiempos de la gestora se inauguraron dos colegios, Teresa de León en San Pedro y Xarblanca en el Trapiche. Todo el mundo puso de su parte, todo el mundo cedió con la generosidad que obliga al representante público en el servicio a los ciudadanos. La presidencia, las delegaciones de urbanismo, obras, educación, los servicios jurídicos, los técnicos de diferentes áreas y el consejo escolar municipal, trabajamos para ceder las mejores parcelas, las que la Junta quería, libres de cargas, bien situadas, con los trámites legales correctos, en un ambiente de cooperación. En seis meses los colegios estaban listos para inaugurarse.