lunes, 17 de febrero de 2020

LA ALCALDESA PERPETUA DE LA CIUDAD DE MARBELLA Y SU FORTALEZA


No hay duda que es título pomposo, de lustre y rimbombo pero, sobre todo, es sorprendente ya que es género femenino, algo extraño cuando se acude a nuestra historia cargada de testosterona, épica y batallas, muy de machos dominantes y de mujeres secundarias. Si es perpetua es que es para siempre por lo que quien lo ostentaba mantiene el cargo, así como sus antecesores y sucesores por lo que la ciudad y su castillo tendría aún un alcalde o alcaldesa perpetua salvo que se demuestre lo contrario.

Esta historia no es tan fácil ni sincera, tiene matices y no es exacta pero suena bien. Todo comienza con una referencia aislada en un documento en el que se cita a María del Carmen Luisa Felipa Benicia Dominga Joaquina Ana Antonia Librada Francisca Judas Tadea Cipriana Micaela Torcuata Clara Fernández de Córdoba Guzmán Castro y Portugal que acumulaba nombres y títulos a principios del siglo XVIII, además del de alcaldesa perpetua de la ciudad de Marbella y su fortaleza, el de condesa de Teba, marquesa de Ardales, mariscal de Castilla, señora de la villa de Campillos, de las Pueblas de Peñarrubia y Almargén y del Donadío de Turón.
Sus antecesores tampoco tenían muy claro el marbellense título, les sonaba de algo pero no parecían entenderlo del todo, así Catalina Portocarrero y Guzmán y de la Cerda se nombraba alcaidesa perpetua de la ciudad de Marbella, cuando los alcaides solo lo podían ser de los castillos, y Domingo Fernández de Córdoba Portocarrero de Guzmán y la Cerda Leiva Arteaga y Gamboa alcaide de Marbella a secas.



Eran descendientes de don Luis de Guzmán, conde de Teba, que en 1536 obtuvo por merced del rey Carlos I la tenencia de la fortaleza de Marbella: “…acatando los munchos y buenos y continos serviçios que nos abeys fecho y los que esperamos que nos hisyeses es nuestra merced e voluntad que agora e de aquí adelante quanto nuestra merced y voluntad fuere tengays por nos y en nuestro nombre la tenençia de la dicha fortaleza…” y que como es bien sabido nombró a Alonso de Bazán su teniente de alcaide.

Los condes de Teba eran por tanto alcaides de la fortaleza y salvo que compraran una regiduría perpetua tan al uso en el siglo XVII, algo bastante improbable, no ostentaban el cargo de alcalde de la ciudad ni era perpetuo. El tiempo desvirtúa hasta los títulos, vestía más ser alcalde o alcaldesa perpetua de la ciudad que el sucio y bélico cargo de alcaide de un castillo, máxime cuando durante el siglo XVIII perdió su función protectora por su urbanización interior y el adosamiento de viviendas a las murallas.

Marbella tuvo muchos regidores perpetuos, he contado por encima más de treinta, toda la oligarquía local pretendía un cargo de fácil acceso, con el que se mercadeaba y especulaba, se compraba al rey de turno lo que era un gran negocio para sus arcas. Tal título intemporal otorgaba alcurnia aunque fuera ficticia y pretenciosa, además de confrontar con el sentimiento trágico, tan barroco, de la muerte. La perpetuidad trasciende la transitoriedad pero sobre todo era un nivel más allá, el más alto, el imposible de superar. No había mayor honor que tener un título eterno.


Con el tiempo lo que antes se compraba fue convirtiéndose en honorario y perpetuo que es otro modo de conseguir influencias y publicidad. Del periodo de la dictadura de Franco consta con tal distinción el que fuera Director general de turismo Antonio José Rodríguez-Acosta y con mayor atrevimiento al que fuera presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.

Con la democracia se dio un paso más allá con el nombramiento, por parte de los ayuntamientos, de santos y vírgenes como alcaldes y alcaldesas mayores y Nuestro San Bernabé añadió a su santidad el terrenal cargo de alcalde mayor perpetuo de Marbella. En las cofradías muchos hermanos mayores incorporaron la perpetuidad en sus títulos y han nombrado por doquier a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y del ejército como hermanos mayores honoríficos perpetuos, una moda que se extendió rápida por pueblos y ciudades y que aún se mantiene.


De la perpetuidad barroca a la perpetuidad neobarroca. La fama, la teatralidad, el artificio no sufren el paso del tiempo. Ahora prepondera la imagen sobre el texto, lo simbólico como relato y manifestación del pasteleo. No hay mayor honor que ser honorífico y si es a perpetuidad mejor.

Desconozco si María Macarena de Mitjans y Verea, actual condesa de Teba, mantiene el título de alcaidesa perpetua de la fortaleza de Marbella, creo que ha sido borrado de sus nóminas, me pierdo en esos vericuetos aristocráticos.