Corría el mes de junio de 1485. Cuenta Fernando del Pulgar que Fernando el Católico, que paraba en Antequera con sus tropas “mandó a la gente hiziesen talegas por quinze días e quel artillería quedase con gran guarda de gentes de cauallo e peones en los prados de Antequera; y él con toda la hueste fue a la çibdat de Marbella”. Venía a conquistar nuestra ciudad tras semanas de epistolares negociaciones que acabaron con la resistencia de sus habitantes y con la paciencia del monarca. Les permitió éxodo al norte de África con todos sus bienes y ganados.
Sentó sus reales unos días en Marbella, no sabemos cuantos, Del Pulgar dice que hasta que concluyeron “las cosas que fueron neçesarias para la provisión de Marbella”, suficiente para que la memoria de su presencia se aferrara a la tierra en forma de topónimo. Este real sitio, Sitio del Real en 1534, quedó impregnado de nobleza, sus aguas se llamaron desde entonces río Real, el pago del Pozuelo fue nombrado Cañada del Rey y su defensiva almenara torre Real.
A media legua de la ciudad en dirección este, la zona fue urbanizada en los sesenta del siglo XX. Suaves lomas, -las Lomas del Pozuelo-, de viñas, higueras, olivos y huertas. Abundante agua no solo de río Real sino de una sucesión de arroyos, Primero, Segundo, entonces conocidos como de Escalante, del Comendador, de Diego Díaz. Lugar seguro para la acampada, con buena visibilidad. Desde el cerro del capitán Granizo se dominaba la ciudad, la costa y El Estrecho.
Las tropas de su católica majestad embocaron desde el norte, cruzando los Molineros, por el camino más accesible, el de los Pescadores. A su paso solo encontraron alquerías abandonadas, yermos paisajes. Pasaron junto a una fuente con extrañas propiedades y reacciones químicas –Fuente Santa- a una legua de distancia de la ciudad y 500 pasos del último molino de río Real. Ese revestimiento de santidad alcanzó a un árbol antiguo, el Alcornoque Santo del que solo queda el nombre y el campamento fue bendecido en el nombre de Cristo, el Cristo de los Molinos. Muchos pudieron admirar por primera vez el espectáculo de la mar de Marbella, “Heme aquí frente a ti, mar, todavía... Con el polvo de la tierra en mis hombros, impregnado todavía del efímero deseo apagado del hombre”, que diría Vicente Aleixandre. La reina Isabel supo de la toma porque Juan Navarro, repostero de capilla del Rey, le llevó la noticia a Córdoba. 12.000 maravedíes fue la recompensa.
Hasta hace pocos años, antes de la extensión urbanizadora de los noventa, permanecía en pie una casa de labor abandonada, con una hornacina vacía que daba al camino. Dicen que la imagen de Cristo la encontraron cerca semienterrada. Es un crucificado, de rasgos muy medievales, pequeño en tamaño, talla simple y de extraño granito para estas tierras. La leyenda está viva, tanto que tiene visos de veracidad ¿quién es capaz de desmentirlo?
Rendida, bendecida y purificada Marbella con muy medievales parafernalias, pompa y boato, el ejército del Rey dirigió sus pasos por la costa hacia Fuengirola: “e andando con la hueste por la costa de la mar, poniendo sus reales, llegó a un lugar que se llama la Fuengirola”. De nuevo el real, en este caso el Real de Zaragoza, en el límite con el actual término municipal de Mijas, que no se llamó así por la procedencia de las tropas, ni en homenaje a la capital aragonesa, simplemente porque el lugar de descanso se llamaba Çaragud, como se describe en documento antiguo conservado en el Archivo de la catedral de Málaga, para clarificar las lindes entre la Tierra de Marbella y la de Málaga: “otro mojón en Çaragud, que quiere decir en aljamia çerro derrocado o monte de piedras derribado”.
No fue travesía fácil: “E en estos días la gente de la hueste reçibía grand fatiga, así del cansançio grande por la continaçión de los caminos ásperos e trabajosos, como porque falleçieron los mantenimientos; e padeçieron tan grande hanbre, que no tenían los omes ni los cauallos otra cosa salvo palmitos e yervas”.
La imagen del Cristo está en buenas manos. No puede exhibirse en público, como tantos otros hallazgos en marbellenses manos privadas, porque Marbella es una de las pocas ciudades de España y probablemente de la Europa occidental con más de cien mil habitantes que no tiene museo de su historia y patrimonio. Mientras unos cuantos, pocos, perdemos hasta el aliento en difundir raíces y vínculos con el pasado, otros, muchos en muchos años y corporaciones, no tienen ni han tenido en su lista de futuras voluntades un contenedor museográfico con el nombre de Marbella.