Descubrir datos o noticias históricas tiene siempre un
ingrediente de emoción que, inmediatamente es sustituida por la reflexión y el
análisis, una tormenta de referencias, relaciones y vínculos que se dirigen a
establecer un marco sólido de su contexto. Fue al leer el trabajo de Jasim Alubudi,
“Dos viajes inéditos de Safwán B. Idrís” publicado en la revista Sharq
al-Andalus en 1994 cuando hallé una referencia sobre Marbella que me pareció
realmente interesante.
Sucedió en el año 1180. El poeta murciano pretendía iniciar
un viaje a la Meca pero sus tres acompañantes algecireños, el visir Abu 'Amr b.
Hassun, el alfaquí y cadí Abu l-Qasim Ibn al-Qasim y el alfaquí Abu Musá b.
Nadir, le fallaron por lo que decidió regresar a su tierra. Desembarcó en el
río Guadiaro: “hemos llegado, mientras que el sol ha teñido de amarillo sus
vestidos a rayas" donde ya habían pasado días y buenos recuerdos con
compañeros nobles.
"y cuando se desbordaron las claras de la aurora”
continuaron la ruta por tierra, la costera y más difícil, en la que tenían que
cruzar ríos y arroyos. Viajaba el poeta con una caravana, era lo más seguro y
esa primera jornada lo llevó hasta Marbella. En el siglo XII debía ser un lugar
acogedor, sus murallas y la alcazaba la dotaban de la categoría de ciudad. Era
esa “ciudad pequeña, pero de carácter plenamente urbano” que citaba el-Idrisi
décadas antes o el “pueblecito hermoso y fértil” que fue años después para Ibn
Battuta.
Lo que parecía un bucólico atardecer tan marbellense, "mientras
de la tarde se apartaron sus últimos restos de vida, y el sol se tiñó en su
propia sangre", tornó en un desagradable incidente, una pelea entre
comerciantes y arrendadores de tierras e inmuebles le obligó a intervenir para
separarlos: "pues mejor la reconciliación" pero todo se torció cuando
uno de los arrendadores “le abrasó la trusa* jurando que le iba a derribar sin
vida”. Este suceso turbó tanto al poeta que decidió continuar solo el viaje, o
huyó por piernas ya que escribe que los dejó con desprecio, lo que indica que realizaba
la travesía junto a esos personajes.
No fuimos muy afortunados en las crónicas andalusíes porque
en el siglo XIV Ahmad al-Qastali narró otro desagradable incidente con huida
incluida por sus zocos y callejuelas que nos descubrió Virgilio Martínez
Enamorado en su “Cuando Marbella era una tierra de alquerías”.
El murciano continuó por la costa hacia Málaga, Nerja,
Almuñécar, Órgiva, Almería, Vera, Lorca y de vuelta a Murcia. Se acordó de sus
amigos que lo habían plantado: "Si
me falla un amigo, [me dedico a] destacar sus méritos, y que mi espada sea
visir para mí y con ella aumenta mi fuerza". No fue su viaje más
afortunado: "Amigos míos de Algeciras, continuad con bienestar. ¡Por la tarde!,
yo, desde que habéis marchado, camino hacia la perdición".
"¿Cuántas veces he intentado que el destino no dispersase nuestra
unión?, pero su magia es más poderosa que la mía".