sábado, 30 de octubre de 2010

Segunda jornada en Los Monjes



¡ATENCIÓN! la actividad se va a desarrollar durante unos dos meses -salvo que avisemos lo contrario-, todos los sábados de 9 a 14 horas. Partimos de la calle que hay al norte del colegio Xarblanca. Se recomienda llevar material de desbroce (guantes, podadoras, machetes) y de senderista ya que se tarda 40 minutos en llegar por el camino que va junto al arroyo. 




Mañana de luz tenue, bajo una bóveda gris un buen grupo de amigos, lluvia débil, muy débil y la satisfacción en las caras.


Restos por descubrir e identificar, grandes debates sobre su función, un motivo más que justifica la labor.


Los perfiles se aprecian cada vez más diáfanos, la perspectiva crece a la par que el cansancio ¿para qué tanto gimnasio?


Hoy hemos tenido la suerte que contar con la presencia de Santiago, arquitecto dispuesto a colaborar en aspectos técnicos y de Daniel Moreno que se ha encargado de delinear el edificio, plantas y alzados. Unos planos que nos van a ser muy útiles.


Hacia las 13,30 horas hemos tomado camino de vuelta, negros nubarrones amenazaban desde poniente.


El altruismo y la entrega de estas personas es formidable, un sacrificio que da muchos beneficios espirituales, ninguno material.

Gracias.

jueves, 28 de octubre de 2010

¡Busquen a Donald!



En esta vida, si no hay alguien que se encargue de recordar tu obra no existes, quedas postergado en el limbo de los anónimos. Si pese a todo, se te añora por la calidad de tus trabajos, pero nadie presta atención, caemos en un olvido injusto. Uno de los casos más llamativos fue descubierto por Bernardo Díez Boullosa, arquitecto cubano instalado en España desde 1959. En una serie de interesantes artículos sobre arquitectura y urbanismo publicados en la revista Imagen de Marbella a finales de los Ochenta, Boullosa con el subtítulo “Busquen a Donald” realizaba una semblanza de tan misterioso personaje mientras se preguntaba “¿Dónde diablos está Donald?”.

De origen australiano, su nombre completo es Donald Wallace Gray Tonkin. Fue prolífico arquitecto, restaurador, decorador y artista en la Costa del Sol durante los años sesenta y setenta. El cubano le atribuye nada menos que los emblemáticos proyectos de la urbanización Las Lomas del Marbella Club (parece referirse a Pueblo Las Lomas del Marbella Club), La Virginia y Pueblo López en Fuengirola. 

Han pasado más de veinte años desde la publicación del artículo y Donald Gray sigue sin aparecer en estudios sobre la arquitectura del la Costa del Sol, como si su anonimato fuera forzado, su trayectoria borrada por la indiferencia. No he hallado referencias bibliográficas más que escuetas menciones como la de ser calificado experto en la conservación del tipismo de la arquitectura alpujarreña en Atalbéitar, lugar cercano a Pitres en Granada o como director de una escuela taller en Lebrija en 1988.



Desconozco su grado de participación en los marbellenses proyectos debido a su condición de extranjero. En aquellos años muchos profesionales no pudieron colegiarse y por tanto no se les permitía firmar los trabajos. Pueblo Las Lomas del Marbella Club es una de las mejores urbanizaciones de la provincia, resultado de varias fases constructivas que han conformado un núcleo singular con una planificación aparentemente desordenada de callejuelas estrechas, plazuelas y adarves. Con zonas como la plaza de Xauen de inspiración norteafricana por sus accesos en codo a través de arcos de herradura, paredes en tonos ocres y añil que tiñen casas que se abren al exterior por medio de arcos enmarcados en alfiz o cubiertos por aleros con modillones de rollo, arquillos pareados angrelados y celosías. Las siguientes fases abandonaron la islamización en favor de lo andaluz, se impuso la sobriedad clásica de la arquitectura local. Las tres primeras, entre 1974 y 1980, fueron desarrolladas por José Posadillo Sánchez de Puerta, la última, ya en 1985, por José María Sastre Domínguez.

En La Virginia el problema de su autoría se complica sobremanera porque en los diferentes programas, tanto de parcelación como en proyectos concretos de viviendas, participan varios arquitectos entre los que destacan Carlos de Ochoa Hernández-Blanco, Rafael Arvilla o Ignacio Dorao Orduña. Quizá sea el conjunto más conseguido en cuanto a su autenticidad y similitudes con cualquier pueblo de Andalucía. De hecho, la propaganda inmobiliaria contraponía el intento de recrear la esencia del estilo andaluz frente a los constantes ataques que sufría. En este caso se produce una correcta distribución jerárquica entre áreas emblemáticas con viviendas señoriales en torno a la plaza principal y otras que se inspiran en la arquitectura popular en las calles periféricas, de sinuoso trazado, encantador ambiente y lograda recreación. 






Dos páginas publicitarias de La Virginia y de Pueblo López en la revista Lookout, incluían sendos dibujos rubricados por Donald Gray en 1965, lo que refuerza la posibilidad de que de algún modo estuviera vinculado a ambos proyectos.

He intentado localizar a Gray, conocer su trabajo, sus opiniones, pero no lo he conseguido. Un único número de teléfono me comunicó con el estudio del arquitecto granadino Carlos Sánchez Gómez. Una mujer, escueta en las contestaciones, acaso incómoda por la conversación, quiso darla por finalizada varias veces. Ante mi insistencia, respondió que hace más de seis años que abandonó el estudio, que se había trasladado a vivir a un pequeño pueblo de la Alpujarra. Creía que seguía vivo, pero… me despidió sin margen.

En La Taha, municipio de 700 habitantes constituido por la anexión de otros diseminados, existe una galería de arte con su nombre, de deliciosos dibujos a plumilla de paisajes alpujarreños sin contaminar, de purezas salvaguardadas, como si su búsqueda fuese objetivo vital, fin y justificación de una obra. Allí está Donald Gray y no debemos olvidarlo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Primera jornada en Los Monjes





Ha sido la primera jornada en la limpieza y desbroce de los restos abandonados de la ermita de los Monjes. Con el ánimo alto y la incertidumbre presente, nos hemos juntado más de veinte, un grupo variopinto con tantas ganas de "meterle mano" al asunto que el comienzo ha resultado frenético, extenuante. 


Resulta emocionante saber que somos los primeros en muchos años en limpiar el conjunto y resulta paradójico, -se ha hablado del tema-, que ningún organismo público haya tomado ninguna medida de protección, conservación e incluso restauración del monumento.



Hoy se ha procedido al desbroce del interior y del perímetro. Cuatro duras horas de trabajo manual cuyo primer resultado es espectacular, la perspectiva del edificio ha cambiado.



De mostrarse como una pequeña ermita abandonada, ahora se presenta como un complejo con pretensiones, quizá con la intención de transformarse en monasterio. La calidad de los materiales utilizados en la base de los muros, con trabajo de cantería y la envergadura de los contrafuertes incitan a pensar en una obra con trazas de ser mayor.




La zona de los contrafuertes ha sido la más complicada de limpiar por la maraña de zarzas, sin embargo muestra una visión inédita para muchos de los que hemos visitado con frecuencia el lugar.



Ver el interior sin vegetación es un regalo para la vista que revela amplitud, orientada casi norte-sur, con muchas similitudes a la planta de la capilla de Santa Catalina del convento de la Trinidad de Marbella.




A las dos de la tarde el cansancio pesaba, la mitad del grupo se había marchado. Todos nos hemos sorprendido de la belleza del lugar y de la magnitud del edificio.


Creo que en algún momento se me ha escapado, no he podido aguantar mi incontinencia verbal, no se a quien se lo he comentado pero he dicho que solo buenas personas pueden hacer trabajos como este, que a las malas no se les ocurre subir. 


El sábado 30 de octubre volvemos.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los Monjes



La historia deja rastros, lugares callados, cubiertos por un manto de olvidos, que mantienen una memoria débil, por oral desvirtuada, transmitida entre herederos, que de devociones populares trocaron a aficiones senderistas. Antiguos sitios de mágicos y milagrosos remedios, sustentados por la fe. Salutíferos parajes de íntima belleza, que fueron elegidos por la proximidad de la naturaleza con Dios, puerta hacia el Cielo.

Me refiero a Los Monjes, porque pese a su estado de ruina ha mantenido nombre y recuerdo. Madoz, a mediados del siglo XIX, describía lo que le contaron: “… residuo de un antiguo monasterio. Su título es Nuestra Señora de las Angustias y a ella es donde suelen acudir en penitencia o por promesas los habitantes de Marbella y otros pueblos del contorno. Tiene un ermitaño que cuida del edificio y del culto, siendo bastante para uno y otro objeto las limosnas de los fieles”. 





Su acceso no es difícil, no hay más que cruzar el arroyo de Calañas, que comparte curso y nombre con el Guadalpín, al noroeste de la urbanización Xarblanca y seguir su ribera hasta que después de menos de una hora se arribe al destino. Si nos remontáramos al XVIII el camino se iniciaría en la Puerta de Ronda, ascendería por la calle Ancha y Alameda de San Francisco. Desde el convento continuaría por el camino del Trapiche hasta llegar al Prado donde tomaríamos la bifurcación de la cuesta de las Ánimas. Al llegar al Molinillo, el puente sobre el arroyo abriría paso al trajinado camino de Istán, pero el penitente se adentraría a su derecha por una cañada de profusa vegetación y sombra, con el rumor del viento y el sonido del agua de sus pequeñas cascadas y pozas.

El entorno de la ermita estaba plantado de viñas y sembrado de huerta, dos ermitaños la cuidaban, pero en 1761 habían abandonado, “que los hermanos ermitaños que asistían en este paraje para la decencia y culto de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad de la Sierra, se han ausentado y ha quedado dicha iglesia y terreno de su inmediación sólo a cargo de Francisco Granados, vecino de esta ciudad puesto por providencia para conservación del culto de la ermita”.




La viña era de poca calidad, el huerto de escasa sustancia: “solo tendrá una obrada destinada su utilidad a la decencia de la iglesia ermita que por ser tan corta se mantiene a expensas de la devoción y el resto de la tierra que se dijo de regadío por acequia para puebla de maíz con algunos frutales por lo inculto de dicho terreno inferior de la tierra y cortas fuerzas de dicho huerto para poderla beneficiar con estiércoles”.

El edificio, orientado en un eje norte sur, revela porte humilde, aunque de buena factura, agarrado, en su lateral de levante, al borde de una pronunciada caída por medio de gruesos contrafuertes. De fachada sencilla, rematada con pequeña espadaña. Disponía de una sola nave, compartimentada en dos espacios, uno para los fieles, otro para los monjes. En la trasera, distintas dependencias remataban el conjunto.

Sus denominaciones, Nuestra Señora de las Angustias, Soledad o de la Sierra, remiten a una sola, la de la Virgen de los Dolores, de las más antiguas venerada entre los marbellenses. Desde la iglesia de la Encarnación hasta los Monjes -siempre en pendiente-  una vía sacra equipaba el camino de religiosidad. Hornacinas, oratorios, cruces, la ermita de Santa Ana, después de la Madre de Dios, la Iglesia de los Remedios, también de San Sebastián, el Santo Cristo y su Dolorosa, San Francisco con su devoción a la Virgen. Un ascenso triunfal. Un triunfo de la Fe.




Siglos después, con menos espiritualidad y otra conciencia social, un grupo de ciudadanos cívicamente responsables, que no buscan la salvación eterna pero sí la conversión del prójimo a la causa de la conservación de nuestra historia, que no quieren limosnas ni sueldos, se han empeñado en levantar en Los Monjes el manto del olvido, romper su silencio y trasmitir un ideal más laico, un esfuerzo con cierto grado de osadía, la defensa de nuestro patrimonio histórico o lo que es lo mismo hacer lo que las administraciones públicas no hacen. Necesitan ayuda, comienzan el sábado a limpiar aquello, precisan cariño porque estos trabajos suelen ser difíciles y poco comprendidos, y les vendría bien agradecimientos sin perifollos porque son gente sencilla.

jueves, 14 de octubre de 2010

La Costa del Sol de Málaga




“La agricultura es la principal fuente de riqueza de Marbella: las tierras ricas y bien regadas, por arroyos y ríos y también por medio de pozos, dan dos o tres cosechas anuales. El campo está dividido en minifundios, que hace que los trabajos agrícolas se efectúen con instrumentos primitivos: no es difícil ver en algunas casas de campo el arado romano”. Así vendíamos nuestro potencial turístico en 1960. El texto es un extracto de una guía turística del litoral de la provincia publicada por Ediciones La Garza.

Las librerías de viejo son orfanatos de la palabra. A veces, entre el polvo de la desmemoria y el desorden, suceden agradables encuentros, fue uno de esos días que la rebúsqueda me dobló el espinazo más de lo acostumbrado, como si lo recibiera con una reverencia. Cuidada y semioficial edición, cincuenta ejemplares numerados, con un amplio equipo de colaboradores, bajo la dirección de Elena Villamana y León Sanz Jiménez, buenas fotografías, mapas y planos y, lo que mejora aún más su calidad, dibujos de Rafael Pérez Estrada y Enrique Brinkmann.


Describe una Marbella en ciernes, rayana al paraíso, en escena lírica y hasta onírica: “Entre oleadas de verdores de infinitos matices, los limoneros lucen sus gemas amarillas sobre las que se inclinan los famosos surtidores árabes de las palmeras; granados que parecen sostener llamaradas de fuego; altos cipreses; árboles frutales y este copudo pino que nos da su generosa sombra. A las laderas de la sierra se atreven los almendros que en enero han reventado ya sus ramas en suave espuma rosada, mezclados al árbol de la paz; hondonadas con cultivos de huertas, naranjos cuajados de frutos o con el perfume sensual de sus flores; geranios, vahos de la tierra y de las flores silvestres”.



La fragilidad de su paisaje es conmovedor retrato de una marbellense belleza, presa fácil y barata: “Vibra en el escenario inmenso la luz, la luz hiriendo las casas blancas esparcidas entre la pompa de la exuberante vegetación. Desde aquí dominamos la bahía espléndida, llena de sol, en la que las embarcaciones se mecen sobre el esplendor de las aguas llenas de pinceladas blancas intensamente luminosas”.

Once mil hectáreas de extensión, diez mil habitantes, agricultura de cereales y viñedos, bosques con restos de alcornoques, 100 embarcaciones y 500 marineros. Como única industria de transformación la del esparto del Patronato Nuestra Señora del Carmen. “Se abastece de agua potable de un manantial llamado Puerto Rico. Tiene Aduana, central de teléfonos y telégrafos y administración de correos”. Buenas carreteras, calles bien pavimentadas y limpias. Un albergue del Frente de Juventudes en el que “se han cuidado los menores detalles de comodidad y belleza”. Un campamento, el del Pinar “con una capilla de rústico encanto”. “Un gran mercado de Abastos… y dos edificios: uno que alojará la Escuela de Flechas Navales, al final del Paseo Marítimo y otro el Instituto Laboral”.

Por tener, entre tanta edulcoración, hasta un acto heroico: “… las gentes de Marbella están avezadas a la lucha; por eso cuando en la Pascua del Espíritu Santo, en el año 1621, una escuadra de corsarios turcos pretende sacar al amparo de las torres de Marbella cinco naves de mercaderes amigos, los marbelleses se defienden y fuerzan al enemigo a retirarse”.



En la carretera se aprecian cambios: “El Hotel Alhamar entre un manto verde… el Hotel Artola y más pinos formando bosque… En el kilómetro 202 una gran empresa Marbe, S.A. está urbanizando por estos contornos… La original Venta de las Chapas… La Ciudad Sindical en construcción… El Hotel Ricmar como un juguete…A la salida justamente de Marbella, está el Hotel San Nicolás y cerca de él el servicio de gasolina. Más adelante un acreditado restaurante, Casa Ramón… El Respiro, bungalows, lugar como otros, que ha preferido al hotel tradicional en un solo edificio la diseminación de departamentos en el campo. Lo mismo ocurre con el Hotel Marbella Club, una finca dedicada ahora a recibir en los graciosos departamentos, en su pradera de césped, la visita de los turistas… El Rodeo, esconde sus bungalows entre el colorido de las buganvillas… el magnífico Hotel Guadalmina”.

La Marbella descrita y la guía cumplen cincuenta años. Un aniversario, como todos, de páginas amarilleadas, luces tenues y empecinadas nostalgias que descuelgan los malos recuerdos por pesados. Fue el resultado de una versión oficial, de la acotación de un espacio turístico, con una denominación creada ex profeso. No hubo margen para la improvisación, tampoco para la casualidad y mucho menos para la ingenuidad.

jueves, 7 de octubre de 2010

Retrato de una dama entre ruinas





Una casa es contenedor de impresiones, su atmósfera comparte el espacio de la historia, compartimentada en cronologías difusas, estratos acumulados de hechos, sucesos y vidas. Ninguna resiste el paso del tiempo, pues caro es el peaje de la degradación y la ruina. Desvencijadas en el porte, ajadas en el trato, remiten vivencias y desprenden sensaciones borrosas de apogeo y esplendor.

El entorno de la puerta de Málaga en el último cuarto del siglo XVI estaba dominado por los inmuebles de Alonso de Bazán y el convento de la Trinidad. Al sur, la trasera de la Encarnación, algunas casas y el Ejido arropado entre murallas. Cosme Fernández Altamirano, en medio de tanto desorden quiso construir su vivienda. Quería lucir poder, -era regidor-, que su memoria perdurara. Como todos los gobernantes pretendía dejar huella de su paso, pese a que la época empujaba a las personas a un sentido nihilista de la vida, de la fugacidad de nuestra presencia “sic gloria transit mundi”.

La apertura de una calle recta, a cordel, entre la puerta de Málaga y el Hospital Real de la Misericordia fue la mayor operación de reforma urbana de aquellos años. En principio se denominó Nueva de la Encarnación o Nueva del Hospital, hoy conocida como Misericordia. Cumplía las normas de las ciudades del barroco con la remoción y puesta en escena de una pequeña plaza, -era la tercera después de la Mayor y la de la Iglesia-, en proporción al tamaño de la vivienda que el regidor iba a edificar y con la perspectiva de su fachada como factor de configuración.


Vivienda de calidad, noble en los materiales, elegante, de llamativa escenografía, abierta a la calle por la composición de vanos, rejas y balcones. Seiscientos metros cuadrados en estancias distribuidas en torno a un bellísimo y escueto patio bastante descentrado respecto al eje de entrada, presto más a la funcionalidad cotidiana que a la exposición gestual, ejemplo casi único, con riesgo de desaparición, de la marbellense arquitectura civil del barroco. Una reliquia que resiste, parte apuntalada, con el orgullo transmitido por sus propietarios, inmóvil, a la venta, con el reloj parado, a la espera de ser rediviva.

Recorrer su interior es desandar triste, su mobiliario retiene evocaciones y melancolías. Cada uno de sus habitantes respiró recuerdos y dejó otros, una sucesión de voluntades, arraigos y existencias tan felices como sufridas. La apertura de una contraventana interior metió el sol como un golpe. Su reflejo en el cristal de un cuadro en la pared opuesta impedía una visión diáfana. Era el retrato de una dama, espléndida en sus rasgos, fascinante en la mirada, complaciente en el gesto. Quise saber su nombre pero al momento rectifiqué, mejor desconocer y disfrutar su pose que descubrir esos escondrijos inviolables que recogemos en silencio. ¡Que nadie me cuente su vida! A la curiosidad del historiador se impuso un sentimiento de respeto y la idea de que la mejor de las sabidurías es aquella que rinde pleitesía a la memoria de las personas y reivindica sus creaciones como objetos de culto al pasado.


Del pretérito nos nutrimos, a él acudimos para obtener respuestas y la casa Altamirano, promocionada ahora como palacio, da muchas, tantas como se quieran encontrar de la historia moderna y contemporánea de Marbella y la queremos rehabilitada, reintegrada a los ciudadanos, es inversión política en la actualidad patrimonial, una oportuna opción en la recuperación de equipamientos para el casco antiguo, la mejor restitución sentimental a sus habitantes.

Muchas, todas las corporaciones democráticas y numerosos inversores se interesaron por el inmueble. Diferentes obstáculos impidieron su adquisición. Algo inexplicable la ha salvado hasta ahora de la codicia inmobiliaria, como si la dama del retrato fuera la encargada de velar, incluso entre ruinas, por su integridad, a la espera de que gobernantes hábiles en el servicio de lo público, lo recuperen como bien demanial, que el retrato pueda descolgarse y la dama descanse y cierre los ojos, aunque preferiría verlos siempre abiertos, siempre nos iría mejor.