Sonaba a asonada terrible, nunca la habíamos experimentado, pero sabíamos sus consecuencias. La historia enseña a tener miedo, pues todos llevamos incorporado a nuestro bagaje una herencia violenta en la que la fuerza tuerce las voluntades para imponer la suya y ese 23 de febrero de 1981 merendamos golpe de estado, que tal como estaba la situación del país todo el mundo parecía esperarlo sin esperanza de exoneración ni refugio para amortiguarlo.
Escribió García de Cortazar que la historia de España es rica en perdedores y olvidados, avara en crepúsculos y elegías y la algarada en el Congreso de los Diputados escenificaba el ocaso, una vez más, de los deseos de libertad, o no tanto, que los españoles acarreamos en nuestro código social y cultural. La mayoría no sabíamos que significaba la democracia, nuestros mayores sí, pero todos o casi todos la queríamos, porque así se votó, tal cual dijeron y propusieron aquéllos que ese día a esa hora vimos esconderse en sus escaños. Todos no, casi todos porque, como se ha encargado Javier Cercas de resaltar figuras y desmenuzar motivos, Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo no lo hicieron.
Cada uno de nosotros guarda recuerdos de aquellos momentos porque las vivencias son estampas colgadas en la memoria que con el paso del tiempo, ya añejas, son endulzadas por ese deseo irrefrenable de vivir sin pesadas pesadillas, sin más tormento que el quehacer cotidiano, que bastante es. Sin embargo, no fue una tarde fácil para nuestros marbellenses representantes municipales, habían sido convocados para un pleno ordinario - maldita coincidencia- a las 19:05, cuando desde las 18:22 Tejero exhibía toda la chulería acumulada por años de despotismo canalla.
Eran 23 ediles con Alfonso Cañas a la cabeza. Aún a sabiendas de lo que acontecía, no todos pero casi, decidieron celebrar la sesión en un acto de temeridad manifiesta, una resolución sorprendente, sin precedentes ni parangón en nuestro país. Un pleno excepcional en un estado de excepción, que quizá quisieron convertir en ejemplo de normalidad y en mensaje tranquilizador, pero allí no había más de diez o quince personas entre el público y por supuesto no había cámaras de televisión para retransmitirlo, ni creo que a casi nadie le interesara. Tan incrustada tenían en las entrañas su conciencia cívica, que quizá pensaron con esa medida mostrar un espíritu de abnegación pese al peligro que corrían sus vidas y haciendas. Mientras, los españoles, todos, buscábamos amparo en nuestras casas, las calles quedaban desiertas y España se apagaba sin atisbo de rebelión civil ni resistencia callejera, que 40 años de dictadura dejaron taras en el arrojo y la voluntad.
Comenzaron la sesión aprobando asuntos urbanísticos, debatieron y votaron con normalidad. Se dio cuenta del nombramiento de Antonio Ruiz Castañeda como teniente de alcalde del Partido Comunista de Andalucía ¡toma ya!, pero las noticias que llegaban a través de un pequeño transistor que portaba un periodista en la sala acrecentaban la angustia. Tras el punto 21 suspendieron el pleno durante media hora que, transcurrida, trajeron su finalización: “ante las noticias que la radio ha venido retransmitiendo desde antes del comienzo de la sesión sobre los acontecimientos que se vienen produciendo en el Congreso de los Diputados, comunicando que oportunamente se comunicará la fecha en que se reunirá nuevamente el pleno municipal para tratar los restantes asuntos incluidos en el orden del día”. Se levantó la sesión a las 20:25. Silencio y marcha. Sin huidas ni aspavientos. Rabia y preocupación. No quisieron ser héroes, pero lo fueron, tampoco deseaban transfigurarse en mártires, aunque cerca estuvieron. Un héroe no lo es solo por sus hazañas sino también por sus virtudes y no hacen falta mitos ni gestas épicas, solo convencimiento en su tarea de proteger y servir al ciudadano, mostrando coraje y gallardía. Políticos auténticos.
El 25 de febrero, sin mencionar el golpe, finalizaron el pleno suspendido. No fue hasta el día siguiente cuando los mismos concejales en el mismo lugar aprobaron por unanimidad una moción de repulsa contra el golpe y de apoyo a la manifestación que se iba a celebrar el día siguiente con el lema “Por la Libertad, la Democracia y la Constitución”.
“El señor Alcalde seguidamente dio unos vivas a España, al Rey y a Andalucía”.
Mi padre era uno de ellos y yo estoy muy orgulloso de todos.