Sucedió que un día, visitando la capilla de la Misericordia
con Antonio Luna, que es quien mejor conoce cada rincón, me llamó la atención
una epigrafía en una pequeña ménsula situada debajo del arranque de la pechina
de la cúpula a la izquierda del altar. Grabado en la piedra y enmarcado en un
trapecio invertido aparece una extraña inscripción 9”8.
Quedé sorprendido, no entendía nada ¿qué hacía una cifra tan
rara ahí, tan escondida? No se ve fácil, hay que acercarse al altar y no tiene
visión directa desde la nave porque es lateral. Me vino a la cabeza algún
versículo de la Biblia, quizás estaría vinculado a algún hecho milagroso de San
Juan de Dios o de la orden, ya que ese espacio de la cúpula fue una ampliación
de la capilla desde 1687 cuando Carlos II cedió la asistencia a los hermanos de
San Juan de Dios. La capilla puede ser adscrita cronológicamente a la segunda
mitad del siglo XVIII. Lo raro de este asunto es que cuando hay programas
iconográficos barrocos las epigrafías suelen ser frases y no números.
Pronto se disparó la fantasía que es el mayor enemigo de la
razón y comencé a pensar en gematrías, numerologías, símbolos ocultos, tonos
musicales, cálculo de proporciones constructivas, firma de canteros… todas descartadas.
Volví pronto al oficio de historiador ya que a veces las explicaciones suelen
ser más sencillas. No es lugar para complicadas disquisiciones simbólicas, es
una humilde capilla de un humilde hospital.
Alguien, cuando lo grabó en la piedra, quería expresar algo,
pero no a los fieles porque habría escrito la frase que quería transmitir bien
visible. Su cercanía al altar con un programa iconográfico dedicado a la Virgen
de los Reyes o Virgen de la Paz, que generalmente iba acompañado de las
imágenes de San Pedro y San Pablo indica su posible relación. Lo que sí sabemos
es que además de la Virgen estaba la imagen del Niño Jesús, llamado el
enfermero. Pocos datos para tanto misterio. El programa iconográfico de la
capilla (desaparecido en la Guerra Civil) tenía un carácter moralizante, de enseñanza de las virtudes practicadas
por el Santo y, sobre todo, las relativas a la caridad.
Tras un rastreo por los versículos 9.8 de la biblia, los
resultados son variopintos. Algunos no tienen relación alguna ni con los
hermanos de San Juan de Dios ni con el posible programa iconográfico del altar.
El Libro de Esdras en el Antiguo Testamento contiene una sugerente frase: “Sin
embargo, ahora se nos concedió un breve momento de gracia, porque el Señor
nuestro Dios ha permitido que unos cuantos de nosotros sobreviviéramos como un
remanente. Él nos ha dado seguridad en este lugar santo. Nuestro Dios nos ha
iluminado los ojos y nos ha concedido un poco de alivio de nuestra esclavitud”
pero se refiere a los matrimonios mixtos de los judíos con personas de otras
tribus, algo que no parece encajar en nuestra capilla.
El de Ezequiel, sobre la visión de la matanza de los
culpables tampoco parece adecuado: “Y sucedió que mientras herían, quedé yo
solo y caí sobre mi rostro; clamé y dije: ¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo
el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?”. Lo mismo sucede
con la alusión que se hace a los hijos de Dios en Romanos, aunque en este caso
alguna posibilidad tiene por la referencia a que los hijos de Dios no son los
de la carne sino los que indica la promesa de Dios: “Esto es: No los que son
hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la
promesa son contados como descendientes”.
En Reyes, en el pacto de Dios con Salomón, incluye una
crítica al mal de la soberbia: “Y aunque ahora este templo es imponente,
llegará el día en que todo el que pase frente a él quedará asombrado y, en son
de burla, preguntará: ¿Por qué el Señor ha tratado así a este país y a este
templo?”. Otra referencia al templo es la de la Carta de San Pablo a los Hebreos:
“De este modo el Espíritu nos enseña que mientras esté en pie el primer
recinto, el camino que lleva al Santuario no está abierto”. En Amós también se
habla de castigo: “Yo, el Señor Soberano, estoy vigilando a esta nación
pecaminosa de Israel y la destruiré de la faz de la tierra. Sin embargo, nunca
destruiré por completo a la familia de Israel”.
Otros versículos si podrían encajar mejor en nuestra
búsqueda al hacer mención a la justicia divina, como el 9.8 de Salmos: “Él
juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud”. O el de San
Marcos que pide una mirada a Jesucristo: "Y luego, como miraron, no vieron
más a nadie consigo, sino a Jesús solo” que encajaría con la inmediata
presencia del Niño Jesús, el enfermero que se situaba en una peana a la derecha
de la Virgen.
Disponemos, por último, de dos menciones al fin hospitalario
del edificio, en concreto la del Éxodo que trata de la plaga de ulceras: “Y
Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la
esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón” pero, si bien, el contexto
si podría definir bien el argumento, este 9.8 aislado se queda sin sentido. Más
fuerza tiene el de San Mateo que narra la cura por parte de Jesús a un
paralítico: “Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había
dado tal potestad a los hombres” que no era más que la potestad del Hijo del
Hombre para perdonar pecados en la tierra.
Hay una más, la de la segunda carta de San Pablo a los
Corintios, que me llamó la atención: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde
en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo
lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. La alusión a la solidaridad, a
la caridad, a realizar actos misericordiosos destinados a los más necesitados y
como tales rodeados de otras virtudes en este caso morales como la humildad, es
uno de los emblemas de la orden hospitalaria.
Podría ser cualquiera de estas citas o ninguna. Las
posibilidades son variadas teniendo en cuenta que existen muchos puntos en
común entre las virtudes teologales y las de San Juan de Dios pero quizá haya
que afinar un poco más. En la obra Chronología Hospitalaria el padre fray Juan
Santos (1715) introduce numerosas referencias bíblicas que bien podrían servir,
máxime cuando se utilizan hechos acaecidos a los apóstoles para la creación de
la hagiografía del santo, por ejemplo en los Hechos de los Apóstoles 9 sobre la
conversión de Pablo que en su versículo 8 dice así: “Entonces Saulo se levantó
de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la
mano, le metieron en Damasco”. Suceso que el fraile se encargó de comparar con lo
sucedido al santo: “Ya tenemos a nuestro glorioso Padre, imitando al Apóstol
San Pablo en la caída… Cae Juan de la yegua, socórrele María Santísima y oye
que le dice, que aquel que lleva no es camino seguro”. Hecho que se vuelve a
repetir sobre la entrada en Granada: “Derriba el señor del caballo a Saulo y le
manda entrar en la ciudad de Damasco… El mismo señor en traje de Niño se le
aparece a nuestro glorioso Padre San Juan de Dios y le envía a la ciudad de
Granada”.
Tiene sentido. El versículo de los Hechos de los Apóstoles 9”8
narra un momento fundamental en la vida del santo que recorría la capilla con
el programa iconográfico. No sabemos porque se optó por la fórmula numérica, ni
sabemos si había otras epigrafías similares pero ese 9”8 estaba enfrente del niño
Jesús, de la Virgen, de una bandera de hojalata con la cruz y la granada
coronando el altar: “El Niño, nimbado de luz, le presenta en una de sus manos
una granada entreabierta, de cuya parte superior sale una cruz resplandeciente,
lo mismo que la Granada; con la otra le señala la granada diciéndole: Juan de
Dios, Granada será tu cruz”.
La Chronología fue la única biografía del santo hasta que en
1963 Juan Ciudad Gómez Bueno publicó una historia de la orden, es decir que los
hermanos de San Juan de Dios tuvieron como única referencia el libro de fray
Juan Santos para desarrollar su programa iconográfico. La fecha de 1715
confirmaría la obra de ampliación de la capilla en los años posteriores a la
entrega del hospital a la orden granadina.