lunes, 2 de julio de 2018

EL MESÓN DE LA URCA




La historia también es imaginación, soñar que estás allí, vivir el presente de lo ya pasado, recrear ambientes, saber de primera mano lo sucedido. ¡Cuánto me hubiera gustado entrar en ese mesón!, pedir un cuartillo de vino de la tierra, el de la apreciada uva Marbella, saludar con parsimonia ceremonial al personal, charlar sobre los últimos barcos atracados en el fondeadero, su llegada a puerto, curiosear sobre el origen de esos marineros genoveses, malteses y catalanes que por fin tocaban tierra, sospechar de otros sin origen claro, que tras obtener permiso cruzaban la puerta de la Mar para saciar su sed y dormir en seco en el mesón de la Urca.


Algunos venían en tal mal estado que pasaban de largo el mesón para terminar en pocos pasos en el Hospital Real de la Misericordia, Real de los Reyes Católicos, hospital de forasteros que según relacionan sus listas de ingresados, cuando ya se llamaba de San Juan de Dios, abundaban extranjeros y marineros, muchos nunca salieron de allí.


El mesón de la Urca es ahora una ruina, se conoce por la posada, la posá apocopada, también se llamó de Grisalva, el mesón de Llorente de Grisalva y el mesón de la puerta de la Mar pero me quedó con esa evocadora urca del dieciséis, taberna de marengos al lado de los baños públicos, en la plazuela de la puerta de la Mar, la de la Verdura y la carnicería, a cien metros de la calle del Cuerno, la del prostíbulo y a otro centenar de la iglesia Mayor para rezar.


No es difícil dibujar una urca cuando es Pérez Reverte a través del capitán Alatriste el que la describe: “El Niklaasbergen era una urca negra de brea, con tres palos en cuyas gavias estaban aferradas las velas. Era corto y feo, de apariencia torpe, con la popa muy alta pintada bajo el fanal en colores blancos, rojos y amarillos: un barco de lo más común, dedicado al transporte, que no llamaba la atención. También apuntaba su proa al sur, y tenía las portas de los cañones abiertas para ventilar las cubiertas bajas”. No era un barco esbelto, su figura no destacaba en las flotas pero dio nombre a nuestro mesón por razones desconocidas.



Fue mesón del marbellí Ali Desbilia hasta que los Reyes Católicos lo dieron por merced a Fernando Vallejo: “Don Fernando en donna Ysabel, ecétera. Por faser bien e merçed a vos Fernando de Vallejo, montero de cavallo, de mí el rrey, acatando los munchos e buenos e honrrados serviçios que nos avedes fecho e fasedes de cada día asy en el dicho vuestro ofiçio de montero commo en la guerra de los moros enemigos de nuestra santa fee católica en alguna enmienda e rremedaçión de ellos. Por nuestra carta vos fasemos merçed sana e donaçión perfeta para agora e para syenpre jamás de unas casas e mesón que son en la çibdad de Marbella, a la puerta que disen de la mar, que heran de Alí Desbilia, moro, todo lo alto e baxo de ellas, de la una parte e de la otra e con los corrales que en ella están e dos tyendas que son de las dichas casas e mesón con sus pertenençias, usos e costunbres, quantas ha e aver deve, de fecho e de derecho, para que de aquí adelante lo suso dicho de las dichas casas e mesón e tyendas con lo alto e baxo de una parte e de otra que sea vuestro e de vuestros herederos e subçesores vivos de qualquier de ellos que do vos e de ellos den e ovieren cabsa de lo heredan e aver que han por linderos delante una parte las dichas dos tyendas que son anexas a las dichas casas e mesón e de la otra parte los vannos e las calles [fol. v.] rreales”.


Tuvo varios propietarios durante el siglo XVI pero su decadencia trajo su ruina hasta que una vez renovado durante el siglo XVII desapareció la urca para siempre. Prefiero no poner ninguna fotografía de su fachada actual porque duele, su tapiado es lo más grotesco que puede hacerse con un monumento, es como emparedar su historia para que no se conozca, es dejarlo caer de nuevo en ruina para convertirlo en un objeto comercial más de los tantos que proliferan en nuestro casco antiguo. Es triste ver como los mejores y más históricos inmuebles de la ciudad, uno tras otro, en lugar de ser recuperados para un uso patrimonial de los ciudadanos caen en las garras de la especulación más voraz sin que la sensibilidad patrimonial de los que gobiernan se afecte lo más mínimo. Es edificio protegido por normativa, tiene una gran historia, merece mejor suerte.

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