La historia también es imaginación, soñar que estás allí,
vivir el presente de lo ya pasado, recrear ambientes, saber de primera mano lo
sucedido. ¡Cuánto me hubiera gustado entrar en ese mesón!, pedir un cuartillo
de vino de la tierra, el de la apreciada uva Marbella, saludar con parsimonia
ceremonial al personal, charlar sobre los últimos barcos atracados en el
fondeadero, su llegada a puerto, curiosear sobre el origen de esos marineros
genoveses, malteses y catalanes que por fin tocaban tierra, sospechar de otros sin origen claro, que tras obtener
permiso cruzaban la puerta de la Mar para saciar su sed y dormir en seco en el
mesón de la Urca.
Algunos venían en tal mal estado que pasaban de largo el
mesón para terminar en pocos pasos en el Hospital Real de la Misericordia, Real
de los Reyes Católicos, hospital de forasteros que según relacionan sus listas
de ingresados, cuando ya se llamaba de San Juan de Dios, abundaban extranjeros
y marineros, muchos nunca salieron de allí.
El mesón de la Urca es ahora una ruina, se conoce por la
posada, la posá apocopada, también se llamó de Grisalva, el mesón de Llorente
de Grisalva y el mesón de la puerta de la Mar pero me quedó con esa evocadora urca
del dieciséis, taberna de marengos al lado de los baños públicos, en la
plazuela de la puerta de la Mar, la de la Verdura y la carnicería, a cien
metros de la calle del Cuerno, la del prostíbulo y a otro centenar de la
iglesia Mayor para rezar.
No es difícil dibujar
una urca cuando es Pérez Reverte a través del capitán Alatriste el que la
describe: “El
Niklaasbergen era una urca negra de brea, con tres palos en cuyas gavias
estaban aferradas las velas. Era corto y feo, de apariencia torpe, con la popa
muy alta pintada bajo el fanal en colores blancos, rojos y amarillos: un barco
de lo más común, dedicado al transporte, que no llamaba la atención. También
apuntaba su proa al sur, y tenía las portas de los cañones abiertas para
ventilar las cubiertas bajas”. No era un barco esbelto, su figura no destacaba
en las flotas pero dio nombre a nuestro mesón por razones desconocidas.
Fue mesón del marbellí Ali Desbilia hasta
que los Reyes Católicos lo dieron por merced a Fernando Vallejo: “Don
Fernando en donna Ysabel, ecétera. Por faser bien e merçed a vos Fernando de
Vallejo, montero de cavallo, de mí el rrey, acatando los munchos e buenos e
honrrados serviçios que nos avedes fecho e fasedes de cada día asy en el dicho
vuestro ofiçio de montero commo en la guerra de los moros enemigos de nuestra
santa fee católica en alguna enmienda e rremedaçión de ellos. Por nuestra carta
vos fasemos merçed sana e donaçión perfeta para agora e para syenpre jamás de
unas casas e mesón que son en la çibdad de Marbella, a la puerta que disen de
la mar, que heran de Alí Desbilia, moro, todo lo alto e baxo de ellas, de la
una parte e de la otra e con los corrales que en ella están e dos tyendas que
son de las dichas casas e mesón con sus pertenençias, usos e costunbres,
quantas ha e aver deve, de fecho e de derecho, para que de aquí adelante lo
suso dicho de las dichas casas e mesón e tyendas con lo alto e baxo de una
parte e de otra que sea vuestro e de vuestros herederos e subçesores vivos de
qualquier de ellos que do vos e de ellos den e ovieren cabsa de lo heredan e
aver que han por linderos delante una parte las dichas dos tyendas que son
anexas a las dichas casas e mesón e de la otra parte los vannos e las calles
[fol. v.] rreales”.
Tuvo varios propietarios durante el
siglo XVI pero su decadencia trajo su ruina hasta que una vez renovado durante
el siglo XVII desapareció la urca para siempre. Prefiero no poner ninguna
fotografía de su fachada actual porque duele, su tapiado es lo más grotesco que
puede hacerse con un monumento, es como emparedar su historia para que no se
conozca, es dejarlo caer de nuevo en ruina para convertirlo en un objeto
comercial más de los tantos que proliferan en nuestro casco antiguo. Es triste
ver como los mejores y más históricos inmuebles de la ciudad, uno tras otro, en
lugar de ser recuperados para un uso patrimonial de los ciudadanos caen en las
garras de la especulación más voraz sin que la sensibilidad patrimonial de los
que gobiernan se afecte lo más mínimo. Es edificio protegido por normativa,
tiene una gran historia, merece mejor suerte.
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